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jueves, 4 de octubre de 2012

Construir sentimientos.

Hace muy poco estaba discutiendo con una persona en la cuenta vainilla del Facebook sobre la necesidad de cambiar nuestros parámetros mentales a la hora de efectuar cambios sociales con calado de fondo. El tema versaba sobre política, y, en definitiva, yo sostenía que para crear una sociedad nueva (no tiene mayor aquél, tampoco, entrar en detalles) es necesario cambiar los parámetros mentales a todos los niveles, incluídos los afectivo-sexuales. ¿Qué quiere decir esto? Esto quiere decir que no veo nada viable una sociedad más justa, más libre, mejor, si no pasamos por la criba de entender las distintas opciones afectivo-sexuales.

Sí, bien, guay, esto del respeto y el entendimiento a las realidades afectivo-sexuales está muy bien, pero entre respetar las distintas realidades afectivo-sexuales y entenderlas hay un punto. Por ejemplo, yo siempre respeté la transexualidad, pero durante mucho tiempo no entendía por qué una persona era transexual. Es decir, no entendía que una persona necesitase tener unos genitales o un rol distinto, ¿por qué? Porque no entendía que yo mismo tengo una identidad de género, únicamente que mi identidad de género se correspondía con mi sexo genital, y por tanto no me generaba conflicto y la hipernaturalizaba, no siendo consciente de que tenía identidad de género.

Del mismo modo que es un error hipernaturalizar las identidades de género, o las identidades sexuales, es un error hipernaturalizar los sentimientos. Las relaciones sociales son constructos de las propias sociedades, y los sentimientos son, en cierto modo, una construcción. Así, la idea del amor romántico aparece envuelto en las ideas del romanticismo, del mismo modo que aparecen las ideas de la nación o el amor a ésta, del mismo modo que aparecen determinadas ideas de libertad individual que antes no aparecía... El amor del te quiero para toda la vida con todo el alma es una construcción que, en cualquier caso, no existió siempre. Del mismo modo que el amor caballeresco (ese Don Quijote que idealiza a Dulcinea y la sirve en gestas) es un amor que por un lado es resultado de una época y, además, de un grupo social determinado (la aristocracia, los campesinos no mostraban esas formas de amor, mostraban otras). 

Una cosa son los sentimientos, que son, digamos, inerentes a las personas de todas las épocas, lugares y culturas. Otra cosa es cómo interpretamos esos sentimientos, y esto es ya algo cultural, y por lo tanto, analizable desde distintas ópticas, algo que se puede mirar desde distintos prismas y vivir de distintas maneras. Nuestra sociedad occidental, como cualquier otra sociedad, construyó sus formas de relación y de canalizar los sentimientos y las pulsiones. Así la natural pulsión afectivo-sexual la canaliza a través de la pareja monógama y, a través de esta, de la institución del matrimonio, que se ajusta a las necesidades sociales y económicas de una cultura determinada. A través de esta realidad social constuímos una idea de amor de pareja, amor de padres, amor de amigos... establecidas sobre unos parámetros en principio inmutables.

En nuestras relaciones BDSM es muy importante entender la deconstrucción de los sentimientos que llevamos a cabo, pues una relación D/s no es una relación de paraja, pero tampoco es una relación de amistad. En ese sentido, ¿el sentimiento de sumisión o de dominación son sentimientos inerentes a la persona o construcciones? Bien sé que muchas personas defienden que su condición de sumisos o de Dominantes es natural (y diferenciar entre lo natural y lo cultural en una especie que, como la humana, es por naturaleza cultural, me parece un sinsentido), y no voy a negar este tipo de afirmaciones. Pero en última instancia, lo que uno tiene de manera natural no es tanto un sentimiento de sumisión como una serie de pulsiones sexuales (que le humillen, que le azoten...), que, aunque puede parecer lo mismo, no lo es. Cogemos esas pulsiones difíciles de explicar, animales, y las dotamos de un discurso vital, a través de nuestra propia razón y de una serie de discursos sociales que imperan. Si insistimos tanto en que las relaciones BDSM son libres no es por otra razón que porque somos hijos de la sociedad occidental y de las revoluciones burguesas, empezando por la Revolución Francesa, que establecen como principio máximo la libertad del individuo, la sociedad y el momento histórico que nos tocó vivir exige de nosotros respeto hacia la libertad individual, hacia la igualdad de género... No es así porque yo (oh, ser autosuficiente y auntocomplaciente, completamente al margen de la realidad que me rodea) crea en la igualdad porque soy muy majo, es que es un producto de la sociedad que me vino dada, y que resultó de una serie de evoluciones, choques y creaciones intelectuales anteriores a mi nacimiento. Cogemos, como decía, esas pulsiones animales y las dotamos de un discurso (del que tampoco yo soy el creador original, sino que bebo de otros) que es lo que, finalmente, llamamos dominación/sumisión. De hecho, aún está por estudiar si existen relaciones D/s en sociedades no occidentales (o no occidentalizadas). Quiero decir, sabemos que en todos los periodos de la Historia hay relaciones homosexuales (aceptadas o en la clandestinidad), pero ¿existen relaciones D/s (que no de maltrato, ni de dominación en el sentido vainilla de la palabra) en otras sociedades? ¿Existe algún masái, aimara, inuit o lapón bedesemero, o por el contrario el BDSM es un producto cultural de sociedades occidentales/occidentalizadas? (entiéndase que sociedades como la japonesa, son en realidad sociedades occidentalizadas, al menos en gran medida). Evidentemente es muy difícil de analizar, porque la sumisión que en muchas sociedades muestran las mujeres (de forma voluntaria, sin entrar a analizar qué es la voluntad) hacia los hombres no se puede considerar sumisión (en sentido BDSM), y ha de encuadrarse en una sociedad patriarcal. Esto es, que que un hombre en determinada situación, domine todos los aspectos de una mujer, puede ser dominación masculina (en el sentido BDSM) o mero machismo social. Es por ello que es tan difícil de analizar qué conductas son susceptibles de considerarse BDSM en sociedades que no son la occidental, o incluso en la sociedad occidental, pero fuera del entorno BDSM.

Esto es algo que pasa con todos los sentimientos. Cogemos la pulsión natural de abrazar, de besar, de sentir el cuerpo de una persona, la dotamos de un discurso ideológico y lo llamamos amor. Cogemos la pulsión natural de tener un apoyo, de no andar solos... la dotamos de un discurso y lo llamamos amistad. Cogemos la pulsión natural de perpetuarnos, de establecer una seguridad y la dotamos de discurso y la llamamos familia. Así, suma y sigue, este razonamiento vale para casi todo tipo de relaciones. Encasillar los sentimientos (las pulsiones) en un tipo de relación, sin duda es muy útil a la hora de establecer las reglas del juego que hacen posible el éxito de esa relación (somos novios y por lo tanto hacemos esto, y no esto otro, somos familia y por lo tanto hacemos esto y no esto otro, somos amigos y por lo tanto hacemos esto y no esto otro...), pero pretender hipernaturalizar este tipo de relaciones y no concevir nada más al margen, es algo que nos estrecha las mentes, y por lo tanto nos impide avanzar como sociedad hacia un mundo más libre. Porque la construcción de una sociedad alternativa pasa por la creación de un modelo alternativo de persona. Un modelo de persona integral.

Y esto es algo que, ya de manera intuitiva, ya desde un discurso elaborado, tenemos más o menos claro en la comunidad BDSM, pero como la comunidad BDSM no aspira a ser un gueto (aunque a veces lo disimula muy bien), es algo que debemos exportar al resto de la sociedad. Porque del mismo modo que la comunidad LGTBQ no se conforma conforma con exparder sus discursos en torno a la sexualidad (a la afectivo-sexualidad, por ser más claros) dentro de la propia comunidad, porque es consciente de que vive en un marco social superior a la comunidad, la comunidad BDSM creo que debe hacer lo propio. No se trata ya de que sea bueno o no para la comunidad BDSM, sino de que es bueno para el conjunto de la sociedad (del que también formamos parte). Es bueno porque enriquece los planteamientos de las personas, y porque aquellos que creemos que es necesario un cambio profundo en las sociedades, tenemos que entender que ese cambio ha de darse en las personas primero. Porque ¿si no somos capaces de ampliar nuestro espectro en cuanto a lo que se refiere al entendimiento entre personas, cómo vamos a ampliarlo en lo que se refiere al entendimiento entre sociedades?

3 comentarios:

  1. Vaya discurso te has marcado oye, muy bien hablado.
    Poco que añadir, solo una cosa, hay por ahi una gente, no recuerdo de donde, no occidentales, eso seguro, donde a las mujeres les encanta que las muerdan, de hecho, lo suelen hacer antes y durante el acto sexual.

    Un saludo

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  2. No conocía eso, nim. Sí que sé que hay islas del Pacífico donde las mujeres clavan sus uñas en las espaldas de los hombres hasta hacerles marcas, que ellos muestran con orgullo, en plan "qué macho soy" xD

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  3. jajajajaja tipico de los hombre XD

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