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sábado, 20 de agosto de 2016

BDSM, prostitución, delincuencia y esclavitud sexual en Asturias.

Hace mucho muchísimo que no publico nada en este blog. De hecho hace más de un año, pues hay distintas razones que me mantuvieron  y me mantienen alejado del BDSM. Pero una muy buena amiga me pasó un enlace de algo que realmente me preocupa, la prostitución y el BDSM. Y no, no tema el improbable lector que eche un sermón moralista sobre la prostitución, el que esto escribre es un ferviente legacionista o regulacionista. Cuando salió la primera noticia sobre una trama de prostitución y sado (el término que usaron los medios) en Asturias se la enseñé a una amiga prostituta (que no practica ni tiene nada que ver con el BDSM) y me dijo que ella conocía la casa, pues había trabajado allí. Aunque afirmó que a las mujeres no se les obligaba a nada, en el sentido de que se podían ir si querían, sí me dijo que sólo podían descansar dos horas, que dormían en literas... Prácticas que parece ser que son comunes en las casas de prostitución (hablo de los pisos, no de los clubes), y que ella también vive cuando hace plazas de 24h.

Y es que el debate sobre la prostitución es complicado, muy complicado. Porque entre otras cosas, es muy difícil saber qué es voluntario. Si una persona es secuestrada y obligada  ejercer la prostitución es evidente que hablamos de esclavitud y de trata de blancas. Pero si una persona elige libremente dedicarse a esto... ¿sería mi amiga prostituta si no fuese madre soltera e inmigrante en situación irregular? Muy probablemente no (aunque ya era prostituta en su país de origen antes de ser madre). Pero claro, ¿trabajarían tantas inmigrantes en situación irregular como internas cuidando ancianos o limpiando casas en jornadas también de 24h? Evidentemente tampoco, y no por eso hay un debate sobre la existencia del servicio doméstico (sí cabe que lo haya sobre las condiciones de trabajo de las empleadas domésticas, pero no sobre si tienen que existir).

Como consumidores debemos de ser responsables. Debemos de preguntarnos si la prostituta con la que nos acostamos está trabajando libremente o no. Si en su decisión libre hay libertad o mera desesperación de la que se aprovechan las personas que regentan los pisos. Pero como consumidores también cabría que nos hiciésemos esa misma pregunta a la hora de entrar en un bar o a la hora de comprar nuestra ropa made in Bangledesh, si bien es verdad que en unos casos nuestra capacidad de actuación es distinta, pues si no todos tenemos la capacidad económica para comprar en comercio justo, sí tenemos la capacidad de ir con prostitutas en mejores condiciones (claro, otra cosa es que te pique el niqui a las cuatro de la mañana y sabes que hay prostitutas 24h).


El tema de la prostitución es un tema complejo y reconozco que no sé cómo abordarlo. Pero éste es un blog sobre BDSM, y en esta noticia se ve salpicado el BDSM. Por un lado la noticia está redactada desde el prejuicio al que estamos acostumbrados por parte de los medios «hay términos que es mejor no explicar» (¿sí? ¿por qué?, ah, sí, son tenebrosos y la gente igual se asusta) «vaya por delante que las aficiones del Marqués de Sade no son delito (si son consentidas por ambas partes), aunque al francés, por si acaso, lo encarcelaron todos los gobiernos que tuvo Francia a caballo entre los siglos XVIII y el XIX». (al marqués de Sade lo encarcelaron por otras razones, pero bueno). Y desde luego que este tipo de cosas no ayudan nada a desestigmatizar el BDSM. Por supuesto, cuando surge cualquier otra trama truculenta en torno al sexo y a la prostitución (por ejemplo, en Asturias y Galicia se desarticuló una trama muy turbia hace años, aunque ahora soy incapaz de encontrar la noticia en Google) nadie se tira de los pelos culpando al sexo, si acaso a la prostitución, victimizando a prostitutas, culpabilizando a proxenetas y irresponsabilizando a clientes. Nadie se plantea si follar es truculento o no, en cambio estas noticias si sirven para seguir presentando el BDSM como algo truculento, chungo, malo, oscuro... En lo que, supongo, que muchos se sienten cómodos.

Nada se habla del BDSM practicado fuera de la órbita de la prostitución. Nada se habla del BDSM que puede practicarse dentro de la órbita de la prostutición de una forma responsable y humana... Y no, la culpa no es sólo de los medios, que también. La culpa es nuestra, porque no tengo nada claro que nadie de los que somos abiertamente bedesemeros cuando recurrimos a la prostitución para prácticas BDSM (aunque aquí se prefiere hablar de tributos en lugar de tarifas) nos preguntemos en qué condiciones trabaja esa persona (máxime si es Dominante, ya que asumimos que si es Dominante ella manda... pero esto es un negocio, señores, a menudo una misma persona se anuncia como Ama y sumisa). Y yo no soy ni juez ni conocedor del caso más que por El Comercio. Yo no conozco a Ama Lara ni su negocio y, en consecuencia, no tengo mucho criterio para juzgarla. Pero una cosa es innegable, en Asturias Ama Lara es un referente del BDSM profesional (lo que, en gran medida, es sinónimo de ser referente del BDSM). Y que detengan a un referente del BDSM asturiano por una trama de tal magnitud, además de ser algo que debiera hacernos pensar en la prostitución como fenómeno (más allá de decir «a mí plin, yo no voy con prostitutas»), debiera darnos que pensar qué está pasando con el BDSM en este trozo del mundo. Porque en estos momentos esta noticia de El Comercio es toda la referencia real que puede tener la sociedad asturiana sobre el BDSM, y eso no nos ayuda en nada.

martes, 9 de junio de 2015

Ramadán.

El 18 de junio empieza el Ramadán, que es una de las fiestas más significativas en el calendario musulmán, el mes del ayuno. El Ramadán, salvando las distancias, sería un poco el equivalente a la Semana Santa católica, aunque con más importancia para la comunidad musulmana, al ambas festividades dedicadas al ayuno y a la oración.

El Ramadán cae cada año en una fecha distinta, porque el calendario musulmán no es un calendario solar, sino lunar. Miden el tiempo por los ciclos lunares. Así, el Ramadán comienza con la puesta del Sol del último día en el que se pudo ver la Luna en cuarto creciente por última vez durante el mes anterior, el mes de Shaabán.

La cosa no es tanto entender cómo funciona el calendario lunar como entender que el Ramadán puede caer tanto en verano como en invierno, en cualquier mes del año. Y este año le toco al 18 de junio y durará hasta que se ponga el Sol el 17 de julio. Además tiene la curiosidad de que en distintos países puede cambiar ligeramente la fecha, en función de la visibilidad de la Luna en cada lugar.

Pero lo importante es que para los musulmanes que profesen en Europa empieza el 18 de junio. Por una serie de razones que tampoco vienen mucho al caso he estado hablando con dos amigas musulmanas sobre el Ramadán y, aunque yo no soy musulmán ni tengo especial interés en convertirme, me pareció algo realmente interesante. Y aunque el lector improbable no lo crea, quizá desde el BDSM quepa hacer una lectura de esta práctica religiosa.

El Ramadán es un mes en el que los fieles se abstienen de comer y beber durante el día. Bueno, a ver, depende de lo religioso que seas... si te está dando un vahído un vasín de agua podrás beber, pero no siendo eso, no se puede ni beber agua durante el día, hasta que den las diez de la noche, ahí es cuando puedes volver a comer y beber. Es más, ahí es cuando DEBES volver a comer y beber. Incluso antes de tus oraciones, deber comer y beber. Así el fiel debe sacrificarse, pero no poner en riesgo su salud. De hecho, al no poder comer desde que el Sol sale hasta que se vuelve a poner, tiene que levantarse antes de que salga el sol (en invierno es una ventaja, porque si amanece a las ocho de la mañana no es que te pegues un gran madrugón, el problema es el pleno verano que a las cinco ya está amaneciendo) para tomar un pequeño desayuno (As-suḥūr, dice la Wikipedia en castellano), que no se puede eludir.

El fiel consagra su alimento a Alá con estas palabras «se fue la sed, se hidratan las venas y se alcanza la recompensa con el permiso de Dios» (sí, esto lo saqué de la Wikipedia en portugués).

Los niños, las mujeres embarazadas, los enfermos, la gente muy mayor... están exhentos de ayunar.

El otro día una amiga musulmana me decía que ella ya iba a empezar esta semana el ayuno, porque aparte del Ramadán, un fiel puede ayunar cuando quiera para reforzar su fe.

Como dije, yo no soy musulmán, y desde luego no será en este blog donde se haga proselitismo de ninguna religión; hacer proselitismo de una religión que no profesas es, cuanto menos, raro. Pero tengo que reconocer que en un mundo donde el consumo es lo que lo marca todo, donde incluso las personas acabamos siendo un  objeto de consumo, ya como fuerza de trabajo, ya sexualmente, sentimentalmente, en el BDSM... (¿quién no piensa en ese prototipo de Amo que exhibe a su sumisa como una porcion de carne porque está buena y puede presumir de pibita?, Amo, Ama o, por qué no, sumisos y sumisas... también vainillas, por supuesto) me llamó la atención la espiritualidad y la religiosidad del Ramadán. Podemos encontrar paralelismos con la Semana Santa, en la que, tradicionalmente, no se podía cantar, bailar... y en la que no se puede consumir carne (especialmente el Jueves y el Viernes Santo), pero sin duda, abstenerse de consumir carne no tiene ni punto de comparación con abstenerse de consumir comida ni bebida desde que sale el sol hasta que se pone. 

A menudo uno ve Amos y Amas que castigan o prueban a sus sumisos con abstinencia (normalmente sexual, aunque pueden darse otros tipos), y en este caso son los fieles (bueno, y la comunidad, porque la religión siempre se vive en comunidad) los que se autoimponen la abstinencia, no como un castigo, quizá sí como una prueba, pero sobre todo como una forma de introspección, de conocerse mejor a sí mismos a través de la religión (¿cuántas veces hablamos eso de conocernos mejor a nosotros mismos a través del BDSM?).

Sin duda alguna los periodos de abstinencia podrían ayudarnos a vernos menos a nosotros mismos como un objeto de consumo y a pensar menos en el placer inmediato y en el hedonismo que no pocas veces nos adormece en tantos y tantos aspectos de nuestras vidas. Quizá un mes entero sea mucho tiempo para alguien que no profesa el islam, pero quizá un día, tres días o una semana podrían ayudarnos de práctica para entender.




miércoles, 7 de enero de 2015

Volver.

«Volver con la frente marchita
las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir que es un soplo la vida 
que vente años no es nada.»

Hace unos nueve meses anuncié aquí que me retiraba a descansar. Necesitaba realmente descansar. Necesitaba descansar de un montón de emociones que a lo largo del 2013 (y es que llevo casi un año desconectado no ya de este blog, sino del BDSM) se habían sucedido. Emociones que llegaron a superarme.

La última entrada de este blog (el 29 de abril del año que acaba de despedirse) la dediqué precisamente a anunciar ese descanso que en aquel momento pensé que sería más corto, y que hoy pienso que iba a ser más largo; pero realmente la despedida fue un poco en diferido (que diría Cospedal), ya que desde hacía tiempo ya venía preparando el terreno (me refiero ahora exclusivamente a este blog). Ya en febrero venía diciendo que mi prioridad era estar tranquilo, aunque afirmaba también no ir a apartarme del BDSM (en particular del BDSM asturiano). No fue así, me aparté primero del BDSM asturiano, es decir, me aparté de la comunidad bedesemera de Asturias; y después del BDSM, es decir, llevo casi un año en el que el BDSM no forma parte de mi vida casi para nada (oh, sacrilegio, sacrilegio).

Y si en febrero ya venía abriendo paso a mi despedida, fue en diciembre de ese intenso 2013 (y como soy un maniático casi obsesivo de la precisión de las palabras, cuando digo intenso no digo fatídico ni negativo, digo intenso) que ya me empezaba a plantear por dónde seguir mi andadura y escribía las primeras líneas de lo que voy a escribir ahora, ello es, de lo que aprendí y aproveché este descanso.

Me despedí porque necesitaba descansar y reflexionar, pero realmente sólo hice una de las dos cosas. Y es que las dos cosas no podía ser, porque eran dos propósitos contradictorios. ¿Cómo podría reflexionar al tiempo que descanso? ¿Acaso darle vueltas al coco no iba a impedirme descansar? Así que hice lo mejor que podía hacer, reflexionar... mucho, pero sobre otras cosas. Olvidarme durante un tiempo del BDSM, y enterrar para siempre aquello que me había podido doler y aquello que me hacía necesario descansar.

Me dediqué a otras muchas cosas (que como atañen únicamente a mi vida vainilla, no voy a contar). Sí contaré que una de ellas fue reflexionar sobre las sexualidades, reflexionar sobre las masculinidades y sobre las relaciones humanas (sexuales o no). Pero todo ello desde un prisma no bedesemero. Participé en cosas y, en consecuencia, conocí gente. Y me pegué tantas hostias o más como las que me pegaba en el mundo bedesemero, pero lo cierto es que puedo tomarme un café con prácticamente cualquier persona. Y conocí gente que me enseñó mucho. Gente a la que querer mucho. Y seguí aprendiendo y conociendo a gente que ya conocía desde hace muchos años, y seguí aprendiendo a quererlos y siguieron enseñándome a quererme. (Re)aprendí la idea de que «lo que compartimos lo tenemos, lo que no compartimos no lo tenemos» (que dicen dos de mis mejores amigas, de las que tanto llevo aprendiendo tanto tiempo).

Y no pensé más en el BDSM. No, no hice el esfuerzo de arrancar el BDSM de mi vida. No me planteé en ningún momento dejar de practicar BDSM o dejar de ser sumiso. Sencillamente no me fue apeteciendo. No me apetecía y me apetecía más recuperar aquella sexualidad vainilla que había dejado atrás... Y es que, a pesar de todo lo que aprendí de la gente a la que tanto quiero en el mundillo BDSM, el peso de la literatura bedesemera (el sumiso es sumiso las 24h. del día, el verdadero sumiso sólo quiere servir...) acaba entrando en uno. Y es que mi principal error muy probablemente haya sido encerrarme demasiado en mi vida BDSM (dije en diciembre del 2013 que «la endogamia lo único que puede generar son estirpes hemofílicas y micro-sociedades viciadas, colectivos suspicaces», pero no hay peor endogamia que la endogamia intelectual que practica uno mismo con sus propias ideas).

Realmente, durante casi un año ni siquiera consumí pornografía bedesemera, y la poca que pude consumir me acababa desagradando. ¿Qué es esto? ¿Estaré mutando hacia vainilla? Pues mira, es una posibilidad, y si es así, pues no pasa nada, lo importante no es ser el mejor sumiso del mundo mundial, lo importante no es ni siquiera ser sumiso, lo importante es ser feliz. Aunque realmente no creo que sea que me estoy convirtiendo en vainilla, ni creo que me desagrade el BDSM. Si acaso habrá una serie de cosas que me desagraden. ¿Será realmente necesario empezar la vuelta desgranando lo que me desagrada? Seguramente no, así que no lo haré.

Y, lo que son las cosas, hace poco una amiga me empezó a hablar de inquietudes bedesemeras que tenía (madre del amor hermoso, la alargada sombra de Christian Grey causa estragos) y empezamos a juguetear... y ¡¡¡dioses del Olimpo!!! empecé a fantasear como amo. Y algo disfruté con ello, oye (sí, guau-guau dominando, ¿no es increíble?. ¿Estaré digievolucionando a switch? Pues no lo creo, pero tampoco lo sé. La verdad es que tampoco me preocupa. Y poco a poco empecé a recobrar aquellas fantasías sexuales de sumiso.

Y empecé a recuperar el primer espíritu con el que me introduje en el BDSM. Aquel espíritu que tantos comparten y con el que muchos más discrepan, de pantear el BDSM como algo revolucionario que rompe cadenas que compuso mis primeras reflexiones sobre el BDSM. Y es que los últimos meses los pasé en compañía de libertarios y de muchas otras personas que aguijonearon mi mente y mi corazón. Y recuperé la desmitificación del BDSM, pero también la desculpabilización del BDSM. Es decir, el BDSM no es esa realidad que nos hace únicos y geniales, pero tampoco es la madre de ningún mal, por más que en alguna ocasión yo mismo (¿tú también, Bruto, hijo mío?) haya querido culpar al BDSM de mis males particulares.

Y sin saber por qué decidí reabrir aquella cuenta de Twitter que habia cerrado hace tanto tiempo, hace más de un año (@guauguausumiso, aprovecho para meter publicidad, jejeje, aunque ya avanzo de, de entrada, no tengo pensado darle tanta vida como le di en su día).

Ahora bien, como digo, no reflexioné nada (en torno al BDSM, digo). No reflexioné porque no era el momento de reflexionar, era el momento de descansar, de desconectar... así que ahora, que ya estoy descansado, será el tiempo de reflexionar. De reflexionar sobre cómo quiero volver a la comunidad BDSM, sobre cómo quiero volver a vivir esta realidad yo mismo... y sobre si quiero o no hacerlo al 100% o al 20%. Si quiero vivir la sumisión o si quiero divertirme con los juegos de cama bedesemeros. Y será el tiempo de recuperar la reflexión más crítica (siempre constructiva, por supuesto) del movimiento y la comunidad BDSM en Asturias y en el mundo. Y por qué no, hablar de otras cuestiones que tengan que ver con la sexualidad que no tienen por qué ser, necesariamente, bedesemeras.

Así es que, no sé por cuanto tiempo ni en qué forma, pero estoy de vuelta.

martes, 29 de abril de 2014

Descansar.



Pasa a menudo que cuanto uno más duerme, más sueño tiene. Y pasa a menudo que uno cuanto más se aleja de una realidad, la que sea, menos necesidad tiene de formar parte de esa realidad.

            Evidentemente eso no quiere decir que uno deje de formar parte de esa realidad, ni quiere decir que ese alejamiento sea permanente, igual que uno no duerme permanentemente salvo cuando ya no le queda vida. Pero a mí aún me queda vida, mucha vida (no sé si en el tiempo, pero sí en la calidad y en las ganas de vivirla) y me quedan sueños. Algunos de esos sueños son sueños que me acompañan desde hace mucho tiempo; otros fueron sueños que me acompañaron y fui abandonando (o me fueron abandonando ellos a mí, no lo sé) y, por último, otros fueron naciéndome y haciéndose un sitio a medida que otros se caían.

            En un mundillo como el BDSM las emociones son a menudo bastante fuertes. Además, a menudo no sabemos del todo bien cómo responder a emociones que no conocíamos y, tanto dentro del BDSM como fuera, no siempre es fácil gestionar las propias emociones y los propios sentimientos. Eso por no hablar de que nuestras emociones y nuestros sentimientos entran en diálogo (armonioso o conflictivo, o ambas cosas a la vez) con las emociones y los sentimientos de otras personas. Emociones y sentimientos que ni podemos gestionar nosotros, ni a nosotros nos corresponde gestionar.

En cualquier caso, lo cierto es que todo este vaivén emocional genera a veces estrés y agotamiento. A veces el agotamiento llega cuado pasa el estrés (cuando estamos con el subidón que produce el estrés no nos damos cuenta del agotamiento), y cuando uno puede analizar el recorrido con más calma, más en silencio o, mejor dicho, en un diálogo más íntimo con uno mismo, entonces es cuando llega el cansancio. Un agotamiento emocional que nos lleva a una suerte de inactividad pasiva ante nosotros mismos. Una tristeza nos embarga y no sabemos qué queremos.

Es el tiempo, entonces, para tomarse un descanso, porque siempre se puede tomar un descanso de todo, menos de la vida que siempre sigue y sigue. Este tipo de descansos son interesantes porque no son periodos de descanso, propiamente dicho. Es decir, uno sabe cuándo los empieza, pero no cuándo los acaba. Y lo que es más importante, aunque lo llamemos descanso, en realidad la intención no es realmente descansar, sino trabajar, pero no fuera, sino dentro.

Trabajar en uno mismo. Olvidarse del resto de la comunidad y pensar en qué es lo que quiere uno mismo, no ya desde los prismas del BDSM, de lo que debe o no debe querer un sumiso... (¡y es que tantas veces se nos indica qué deberíamos querer y tan pocas se nos pregunta qué queremos realmente!).

Y al contrario de un periodo de descanso, en estos descansos no sólo no se sabe cuándo se vuelve, sino que no se sabe a ciencia cierta si se vuelve o, de volver, en qué condiciones y cómo se vuelve. Porque cuando uno se va de vacaciones vuelve al trabajo exactamente en el mismo punto en el que lo dejó, pero no es el caso, lo esperable y lo deseable es que si se vuelve, se haga desde otro punto, que para eso uno necesita este tiempo.

Y en este momento yo me voy de descanso. Estaré fuera posiblemente unos meses, no sé cuánto tiempo. Eso supone que no estaré en ningún tipo de red social, ni presencial ni cibernética.

Quiero agradecer a todas las personas que me hicieron pasar momentos más que agradables desde que empecé mi andadura en el BDSM hasta ahora. Quizá, a la vuelta de este descanso, pueda deciros si fue, o no, productivo este periodo nuevo de reflexión que se abre.

Obviamente este blog quedará suspendido mientras dure este periodo de descanso.

Un abrazo.
 


 

miércoles, 19 de febrero de 2014

Caminos y prioridades.



En no pocas ocasiones vemos que nuestros caminos avanzan en direcciones que nunca antes hubiésemos imaginado. Sin ir más lejos, yo mismo, hace cinco años no habría imaginado jamás que estaría participando de la comunidad BDSM asturiana. Jamás habría imaginado que iba a salir del armario con prácticamente todos mis amigos cercanos, con muchísimos amigos no tan cercanos, con parte importante de mi familia... Jamás hubiese imaginado que iba a lanzarme a intentar vivir esta sexualidad (con mayor o menor éxito) más allá del chat o de las profesionales. Que conocería gente, que intentaría establecer relaciones reales, que establecería relaciones reales con muchas personas que forman parte del mundo BDSM, que llegaría a hablar abiertamente de todo lo que hoy hablo abiertamente... Incluso puedo decir que jamás imaginaría que podría bromear con mis amigos (vainilla) sobre BDSM abiertamente en cualquier contexto sin que eso me hiciese sentir incómodo.

Con todo, hay que decir que a veces estos caminos nos hacen seguir pasos que nos ilusionan, que nos agradan y que nos hacen muy dichosos, pero que en otras ocasiones esos pasos siguen, sin poder evitarlo por caminos que no nos gustan, que nos duelen o que nos desagradan, ya que los caminos que se nos presentan debajo de los pies no siempre dependen de nosotros, de nosotros sólo depende la firmeza de los pasos, y no se puede culpar a nadie por no tener el paso firme, cada uno trabaja con las circunstancias y las herramientas con las que puede en cada momento.

No pocas veces hacemos una serie de planes y cuando éstos no salen (por hache o por be) del modo que contábamos sentimos una frustración muy grande, lo que viene siendo algo natural y, hasta cierto punto, sano, pues es inherente sentir dolor por lo que no sale si de verdad tenías el deseo de que saliese. No obstante, si el dolor te paraliza, en ese momento, el dolor es inútil y sólo puede ser fuente de más dolor. Y no hay lealtad humana, ideológica ni poética que valga la pena la estupidez de hundirse en una espiral de abismo, por muy heróico o romántico que pueda sonar en los clichés que podamos tener alojados en la cabeza.

Avanzar, restablecer las prioridades y los caminos que uno quiere seguir, allí cuando el camino que escogió no parece tener sentido, es un acto de honestidad con uno mismo y con el mundo que nos rodea y, sobre todo, es un acto de madurez y de sentido común, de supervivencia y salud mental. Y esto es válido para todas las facetas de nuestras vidas. Para las facetas íntimas, personales, sociales, colectivas...

Por lo que a mí me corresponde, el ejercicio de rehacer mis prioridades fue difícil, duro... En parte por estar convencido que reestructurar mis prioridades y mi sistema de valores suponía alta traición a los valores que siempre sostuve (y que, en esencia, sigo sosteniendo) y a las prioridades que tenía establecidas, así como a las personas, organizaciones y colectividades (en un sentido muy amplio) que formaban parte de estas prioridades. Pero en ocasiones hacer de algo el centro de tu vida no ayuda a nadie, ni a ti ni a esas personas o colectividades a las que pretendías apoyar. Así, si el BDSM formó una parte central en mi vida durante los últimos tres o cuatro años de mi vida, hoy no sólo no está en el centro de mi vida sino que me doy cuenta que el BDSM en Asturias no se vio particularmente beneficiado de que yo tuviese en el centro de mi vida el BDSM y la participación social en torno al BDSM en este pequeño país. Así, priorizar esta faceta de mi vida no sólo no fue positivo para mí, sino que no fue positivo para nadie (y es que normalmente el beneficio personal que uno pueda sacar no supone mayor satisfacción al lado de un fin social común, por encima del propio beneficio y bienestar, o así pensamos aquellos que mamamos de determinadas tradiciones).

¿Quiere decir esto que el BDSM no es ahora algo importante en mi vida? No, evidentemente no. Yo soy quien soy, quien fui siempre. Soy bedesemero, soy sumiso, y eso lo siento y lo llevo conmigo; otra cosa es que quiera hacer de eso mi particular leit motiv o no, lo que, en última instancia, no me hace ni más ni menos sumiso, ni más ni menos bedesemero, ni más ni menos... Ni más ni menos, porque aquí no hay mases y ménoses salvo para los que se emperran en competir por ser el más (y esos nos significan un menos tan mayúsculo que podemos obviarlos sin despeinarnos).

¿Quiere decir, entonces, que quiero seguir participando del BDSM pero no de su socialización, de su normalización o de las reivindicaciones o inquietudes que como colectivo humano podamos generar los bedesemeros? De ningún modo. Como dije antes, yo soy quien soy. Soy bedesemero, soy sumiso, y soy activista militante. Soy activista militante en esta cuestión como en muchas otras, porque soy sumiso en el BDSM, insumiso en todo lo demás (incluso insumiso en el BDSM). Y lo soy porque si no no sería yo.

¿Quiere decir eso que no pretendo desarrollar esta faceta de mi vida dentro de la comunidad bedesemera asturiana? No, Asturias es donde vivo, de donde procedo y la tierra de la que soy y a la que estoy ligado. Si mañana me fuese a Sebastopol entonces intentaría participar del BDSM crimeo, pero hayándome en Asturias, lo único comprensible (para alguien que tenga el concepto que yo tengo del BDSM, para alguien que tenga el concepto de la participación y la militancia que yo tengo y para alguien que tenga el concepto de Asturias y del territorio que yo tengo) es que participe del BDSM asturiano.

¿Entonces de qué estoy hablando cuando hablo de marcarme prioridades y de establecer caminos? Hablo de algo más básico, más sencillo y, en consecuencia, mucho más difícil de entender que cualquier concepto complicado (lo sencillo siempre es más difícil de entender, porque tenemos muy poca capacidad de permanecer en silencio).

Hablo de no perder los valores básicos en los que creo por mero pragmatismo. Hablo de entender que la participación puede ser activa o pasiva, y que la participación pasiva no es inmovilismo, por el contrario, la participación activa puede ser tremendamente inmovilista si no lleva consigo reflexión, reflexión que debe de ser permanente, contínua, autocrítica... Es importante tener muy claras ciertas cosas, pero igual de importante es no tenerlo claro todo. Pasa que quien duda de todo no avanza. Pasa que quien no duda de nada avanza sistemáticamente hacia el abismo. Pasa que la seguridad sólo es razonable si viene de la duda, de resolver la duda. Tenemos que generar dudas, muchas dudas. Tenemos que dudar de todo lo que damos por válido para poder resolver esa duda y, una vez resuelta, poder afirmar feacientemente en lo que creemos, conviertiendo en un juicio posado lo que si no sería un mero prejuicio.

Y ahí es donde tienen que cambiar mis prioridades y mis caminos. La prisa ya no puede ser una consejera, cuando la experiencia demostró que la prisa era una muy mala consejera. El conformismo no puede ser un aliado, cuando quedó demostrado que el conformismo era un malísimo aliado. El silencio y la palabra tienen que ser estrategias mejor elaboradas. Uno ha de convertirse, por muy sumiso que sea, en amo de sus silencios y no ser esclavo de sus palabras. Entender y analizar los hechos. Llegar a conclusiones. Y para eso hay que tener clara cuál es la finalidad.

¿Cuál es la finalidad? La finalidad personal es, al menos ahora, estar tranquilo. Descansar tranquilo. Que los remordimientos (los que uno tiene justamente y los que uno tiene y no debería tener) no le roben a uno el sueño más. Que uno pueda hablar con la serenidad de que no tiene nada que ocultar, nada que callar ni nada que decir. Estar en paz con uno mismo. La finalidad colectiva, por el contrario, es más grande y más sencilla. La finalidad colectiva (la que yo asumo como propia, otros pueden no asumirla, cada uno elige) es construir una comunidad BDSM al norte del Cordal, en esta tierra que por razones que no vienen al caso en este blog es mi referencia territorial (sin prejuicio de poder tener andaduras comunes con otras personas que tengan otras referencias, pero teniendo claro cuál es la mía). La finalidad es que nadie tenga que avegonzarse, ni en Asturias ni en ningún lugar del planeta, de sentir lo que siente, de ser lo que es. Que nadie tenga que esconderse. La estrategia es simple, pero difícil; contruir, para ello, una comunidad BDSM en el trozo de mundo que vivimos. La táctica es menos simple y, quizá en consecuencia, más fácil; generar una crítica que pueda ser mordaz y leal a un mismo tiempo. Una crítica dura, sin licencias ni treguas, pero constructiva y enriquecedora. El espacio circunstancial en el que se desarrolla esta táctica puede ser dentro o fuera. Dentro o fuera de las distintas materializaciones de la colectivización de la estrategia (y aquí, quien quiera entender que entienda, pero, ojo, que entienda bien, y no lo que quiera entender). El espacio circunstancial en el que se desarrolla esta estrategia es más complejo, es el espacio que genera la comunidad bedesemera asturiana. Una comunidad innecesariamente hostil (salvando las honrosas escepciones que siempre hay), una comunidad incomprensiblemente temerosa de todo y de todos, una comunidad que no aspira a ser comunidad, ni a generar movimiento... Pero sí a ser el movimiento (en una incomprensión total del mundo en el que vivimos, una incomprensión, para más inri, que deseamos mantener). Y contra ese espacio circunstancial... Ay, amigo, contra ese espacio circunstancial es difícil pegarse cabezazos... Ahora sí, lo difícil lo hacemos ahora mismo y para lo imposible a lo mejor tardamos un poco más.

Soy plenamente consciente de que lo que escribo parece un geroglifico. Parece que escribo ideas que nadie que no esté en mi cabeza puede entender... Es necesario, porque una de mis nuevas prioridades es entenderme y entender el mundo primero yo, los demás ya veremos... Y porque las palabras fáciles es fácil entenderlas, pero es fácil entenderlas mal. Cuando uno es claro en sus palabras sistemáticamente los demás entienden lo que quieren entender. En cambio, cuando uno habla de esta forma sólo entiende quien quiere entender (porque tampoco estoy diciendo ninguna genialidad que nadie pueda entender, la diría con gusto, pero mi mente es tan mediocre como la de los demás), y leyendo y releyendo creo que alguien entenderá claramente lo que quiero decir. Si no, siempre está la posibilidad de preguntar.

domingo, 29 de diciembre de 2013

¿Y ahora?

Cuando hace dos años empecé a escribir este blog, lo hice con la ilusión de poder aportar algo al mundo del BDSM en Asturias. La ilusión de poder trabajar desde aquí también para normalizar esta sexualidad (más allá de la definición que podemos darle a la normalización, y sin entrar en debates, por esta vez, sobre si esta normalización es necesaria o no). Esa ilusión siguió permaneciendo durante estos dos años, pero cediendo protagonismo a mis avances (o retrocesos, según cómo se mire y, quizá, según quién lo mire) como sumiso y de aquí se fue abriendo paso un blog menos militante (si me permitís la expresión) y más intimista, donde hablaba ya menos de mis opiniones respecto al BDSM y más respecto a mis sentimientos hacia el BDSM y hacia personas, circunstancias y situaciones concretas. Circunstancias muchas veces complejas (especialmente desde un punto de vista emocional) y situaciones que fueron, en muchos casos, muy muy gratas y en otros muchos casos no tan gratas. Estas últimas quizá sean más, pero en ningún momento hacen que no haya merecido la pena, pues sí que la mereció y la merece.

Un par de años (desde el verano del 2011) en los que fui conociendo gente sensacional. De esa gente hubo quien salió de mi vida y quien se mantuvo en ella. Hubo quien pasó ordenadamente y quien lo hizo desordenadamente. Incluso hubo quien intentó aprovecharse de mis momentos más bajos para usarme de punta de lanza contra otras personas (de esto ya hablé más de una vez). En cualquier caso, unos más y otros menos, pero todos ellos dejaron en mí alguna huella.

Momentos lo hubo para todos los gustos. Momentos en los que mi único pensamiento era mejorar, crecer, y ser el mejor sumiso que pudiese ser (qué cojones, en cierto modo soñaba con ser el mejor sumiso del mundo). Momentos en los que me apetecía tirarlo todo a la basura, abandonar de una vez por todas el BDSM y dedicarme a una vida exclusivamente vainilla que, sin duda, me iba a dar muchos menos comederos de cabeza y, quien sabe si más más satisfacciones. Pero supongo que uno no puede luchar contra sí mismo. Uno es lo que es, y siente como siente, y eso no se puede cambiar (ni quiero cambiar quién soy).



Cuando empecé este blog sabía exactamente lo que esperaba de él. Hoy no sé qué espero de este blog. No sé qué espero de este blog ni del BDSM. Y digo esto y sé que va a pasar lo que pasa siempre que escribo este tipo de post, que las personas que quieren usarme como punta de lanza contra otras personas me van a querer arropar y me van a ofrecer su hombro (es mil veces mejor que te llamen imbécil que que te traten como a un imbécil) y que las personas que podrían decir algo (a veces un sólo gesto puede mover mundos enteros) van a guardar un silencio sepulcral.

Nadie dijo que las cosas fuesen fáciles. Es verdad que en la vida la mayoría de los caminos se andan en soledad, y que esta soledad puede ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos, y a conocer mejor a la gente que nos rodea. A menudo las cosas parecen no tener demasiado sentido, y quizá sea que no tienen por qué tener sentido. Quizá la locura sea buscarle la razón a todo, cuando quizá deberíamos asumir que las cosas pasan, con una razón o sin razón ninguna, pero pasan.

Lo que no puedo negar es que a lo largo de estos tres o cuatro años que llevo en este mundillo sí que aprendí muchas cosas. Aprendí lo importante que es la seguridad, la confianza en la otra persona, el saber qué te van a hacer, conocer las prácticas tanto como tienen que conocerlas los Dominantes... 

Pero también aprendí que el mantra que a menudo se repite en el mundillo, «el BDSM te hace mejor persona» no es, en absoluto, cierto. Yo nunca vi el BDSM desde un prisma espiritual (por no herir sensibilidades diciendo pseudo-religioso), sino como una sexualidad (o una afectivo-sexualidad, si queremos) alternativa. Y como tal, siempre me despertó cierta sospecha esa afirmación. Hoy puedo decir que las personas que vivimos el BDSM no somos peores que los demás, pero tampoco mejores. Nos persiguen las mismas miserias y nos adornan las mismas virtudes. Si bien es cierto que en los mundillos que a menudo se retroalimentan y no se abren demasiado, los vicios siempre acaban por echar más raíces que las virtudes; y es que la endogamia lo único que puede generar son estirpes hemofílicas y micro-sociedades viciadas, colectivos suspicaces.



Desde luego, no seré yo quien dé lecciones a nadie sobre comportamientos virtuosos. Hace tiempo que acepté que, como el resto de las personas, incluídas las que leéis esto, yo también soy un cúmulo de miserias, e intento aprender a vivir con ello, superando mis múltiples contradicciones del mejor modo que puedo. Pero que yo no esté para dar lecciones a nadie no quiere decir que acepte sin más las supuestas virtudes de las personas que vivimos en este mundillo. Evidentetemente hay muchísimos bedesemeros cargados de virtudes importantes, como la nobleza, la honestidad y la paciencia. Exactamente igual que personas vainilla. Y del mismo modo, muchos bedesemeros carecemos de esas virtudes. Ni que decir tiene que todo el mundo, bedesemeros y vainilla, dejamos esas virtudes (cuando las hay) de lado más de una vez. Defitivamente, si algo aprendí en este tiempo es a negar con rotundidad ese mantra de que el BDSM nos hace mejores personas.

Aprendí y aprendo. Aprendí que en un mundo efímero, con una vida efímera que dura unas pocas décadas, no podemos pretender que las personas que nos rodean y sus afectos sean para siempre. Nada es eterno, y los afectos vienen y van, a menudo antes de que uno se pueda siquiera dar cuenta. Y esto es así en cualquier aspecto de la vida, también en el BDSM. No sé cuál será mi camino en el BDSM (si es que tiene que haber un camino en el BDSM, porque en la vida uno puede andar estos caminos o puede andar otros), pero poco a poco se van vislumbrando los que no van a ser. Algunos de ellos nunca se postularon como posibles caminos, ni nunca los deseé (¿será posible que aún tenga que aclarar que no es mi camino hacer la guerra a nadie?, pues seguramente tenga que repetirlo más veces). Otros fueron caminos deseados, de la mano de manos deseadas, pero que por hache o por be no fueron una realidad, y con el tiempo dejaron de ser un deseo. Y otros... Otros no sé si van a ser o no.

En cualquier caso, se anuncian tiempos oscuros. Tiempos de andar a tientas. No pasa nada, no es imprescindible ver el camino para avanzar (especialmente cuando no sabes qué camino escoger o si el camino tiene algún destino). Lo único realmente importante es caminar, avanzar, hacer lo que te dicta la conciencia, aunque sea una putada. En cualquier caso será un camino en soledad (por lo menos en gran parte), porque lo que está claro es que uno sólo puede aceptar la compañía de quien le considera su compañero, y porque los caminos más largos casi siempre se hacen en soledad.

En otras ocasiones cuando presumía que se acercaba un camino de soledad, lo decía con tristeza, con una amargura que me comía por dentro. Hoy no. Hoy toca decirlo con resignación y, por qué no, con naturalidad, el camino es largo, incierto y solitario. ¿Por qué? Para eso no tengo respuesta, pero es un hecho que día sí, día también, vengo constatando.
 
No sé lo que vendrá, pero sea lo que sea, será.