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domingo, 29 de diciembre de 2013

¿Y ahora?

Cuando hace dos años empecé a escribir este blog, lo hice con la ilusión de poder aportar algo al mundo del BDSM en Asturias. La ilusión de poder trabajar desde aquí también para normalizar esta sexualidad (más allá de la definición que podemos darle a la normalización, y sin entrar en debates, por esta vez, sobre si esta normalización es necesaria o no). Esa ilusión siguió permaneciendo durante estos dos años, pero cediendo protagonismo a mis avances (o retrocesos, según cómo se mire y, quizá, según quién lo mire) como sumiso y de aquí se fue abriendo paso un blog menos militante (si me permitís la expresión) y más intimista, donde hablaba ya menos de mis opiniones respecto al BDSM y más respecto a mis sentimientos hacia el BDSM y hacia personas, circunstancias y situaciones concretas. Circunstancias muchas veces complejas (especialmente desde un punto de vista emocional) y situaciones que fueron, en muchos casos, muy muy gratas y en otros muchos casos no tan gratas. Estas últimas quizá sean más, pero en ningún momento hacen que no haya merecido la pena, pues sí que la mereció y la merece.

Un par de años (desde el verano del 2011) en los que fui conociendo gente sensacional. De esa gente hubo quien salió de mi vida y quien se mantuvo en ella. Hubo quien pasó ordenadamente y quien lo hizo desordenadamente. Incluso hubo quien intentó aprovecharse de mis momentos más bajos para usarme de punta de lanza contra otras personas (de esto ya hablé más de una vez). En cualquier caso, unos más y otros menos, pero todos ellos dejaron en mí alguna huella.

Momentos lo hubo para todos los gustos. Momentos en los que mi único pensamiento era mejorar, crecer, y ser el mejor sumiso que pudiese ser (qué cojones, en cierto modo soñaba con ser el mejor sumiso del mundo). Momentos en los que me apetecía tirarlo todo a la basura, abandonar de una vez por todas el BDSM y dedicarme a una vida exclusivamente vainilla que, sin duda, me iba a dar muchos menos comederos de cabeza y, quien sabe si más más satisfacciones. Pero supongo que uno no puede luchar contra sí mismo. Uno es lo que es, y siente como siente, y eso no se puede cambiar (ni quiero cambiar quién soy).



Cuando empecé este blog sabía exactamente lo que esperaba de él. Hoy no sé qué espero de este blog. No sé qué espero de este blog ni del BDSM. Y digo esto y sé que va a pasar lo que pasa siempre que escribo este tipo de post, que las personas que quieren usarme como punta de lanza contra otras personas me van a querer arropar y me van a ofrecer su hombro (es mil veces mejor que te llamen imbécil que que te traten como a un imbécil) y que las personas que podrían decir algo (a veces un sólo gesto puede mover mundos enteros) van a guardar un silencio sepulcral.

Nadie dijo que las cosas fuesen fáciles. Es verdad que en la vida la mayoría de los caminos se andan en soledad, y que esta soledad puede ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos, y a conocer mejor a la gente que nos rodea. A menudo las cosas parecen no tener demasiado sentido, y quizá sea que no tienen por qué tener sentido. Quizá la locura sea buscarle la razón a todo, cuando quizá deberíamos asumir que las cosas pasan, con una razón o sin razón ninguna, pero pasan.

Lo que no puedo negar es que a lo largo de estos tres o cuatro años que llevo en este mundillo sí que aprendí muchas cosas. Aprendí lo importante que es la seguridad, la confianza en la otra persona, el saber qué te van a hacer, conocer las prácticas tanto como tienen que conocerlas los Dominantes... 

Pero también aprendí que el mantra que a menudo se repite en el mundillo, «el BDSM te hace mejor persona» no es, en absoluto, cierto. Yo nunca vi el BDSM desde un prisma espiritual (por no herir sensibilidades diciendo pseudo-religioso), sino como una sexualidad (o una afectivo-sexualidad, si queremos) alternativa. Y como tal, siempre me despertó cierta sospecha esa afirmación. Hoy puedo decir que las personas que vivimos el BDSM no somos peores que los demás, pero tampoco mejores. Nos persiguen las mismas miserias y nos adornan las mismas virtudes. Si bien es cierto que en los mundillos que a menudo se retroalimentan y no se abren demasiado, los vicios siempre acaban por echar más raíces que las virtudes; y es que la endogamia lo único que puede generar son estirpes hemofílicas y micro-sociedades viciadas, colectivos suspicaces.



Desde luego, no seré yo quien dé lecciones a nadie sobre comportamientos virtuosos. Hace tiempo que acepté que, como el resto de las personas, incluídas las que leéis esto, yo también soy un cúmulo de miserias, e intento aprender a vivir con ello, superando mis múltiples contradicciones del mejor modo que puedo. Pero que yo no esté para dar lecciones a nadie no quiere decir que acepte sin más las supuestas virtudes de las personas que vivimos en este mundillo. Evidentetemente hay muchísimos bedesemeros cargados de virtudes importantes, como la nobleza, la honestidad y la paciencia. Exactamente igual que personas vainilla. Y del mismo modo, muchos bedesemeros carecemos de esas virtudes. Ni que decir tiene que todo el mundo, bedesemeros y vainilla, dejamos esas virtudes (cuando las hay) de lado más de una vez. Defitivamente, si algo aprendí en este tiempo es a negar con rotundidad ese mantra de que el BDSM nos hace mejores personas.

Aprendí y aprendo. Aprendí que en un mundo efímero, con una vida efímera que dura unas pocas décadas, no podemos pretender que las personas que nos rodean y sus afectos sean para siempre. Nada es eterno, y los afectos vienen y van, a menudo antes de que uno se pueda siquiera dar cuenta. Y esto es así en cualquier aspecto de la vida, también en el BDSM. No sé cuál será mi camino en el BDSM (si es que tiene que haber un camino en el BDSM, porque en la vida uno puede andar estos caminos o puede andar otros), pero poco a poco se van vislumbrando los que no van a ser. Algunos de ellos nunca se postularon como posibles caminos, ni nunca los deseé (¿será posible que aún tenga que aclarar que no es mi camino hacer la guerra a nadie?, pues seguramente tenga que repetirlo más veces). Otros fueron caminos deseados, de la mano de manos deseadas, pero que por hache o por be no fueron una realidad, y con el tiempo dejaron de ser un deseo. Y otros... Otros no sé si van a ser o no.

En cualquier caso, se anuncian tiempos oscuros. Tiempos de andar a tientas. No pasa nada, no es imprescindible ver el camino para avanzar (especialmente cuando no sabes qué camino escoger o si el camino tiene algún destino). Lo único realmente importante es caminar, avanzar, hacer lo que te dicta la conciencia, aunque sea una putada. En cualquier caso será un camino en soledad (por lo menos en gran parte), porque lo que está claro es que uno sólo puede aceptar la compañía de quien le considera su compañero, y porque los caminos más largos casi siempre se hacen en soledad.

En otras ocasiones cuando presumía que se acercaba un camino de soledad, lo decía con tristeza, con una amargura que me comía por dentro. Hoy no. Hoy toca decirlo con resignación y, por qué no, con naturalidad, el camino es largo, incierto y solitario. ¿Por qué? Para eso no tengo respuesta, pero es un hecho que día sí, día también, vengo constatando.
 
No sé lo que vendrá, pero sea lo que sea, será.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Entrega.



Después de haberme admitido en su cohorte de pretendientes, Miriam había empezado a rechazarme como candidato no válido.
─Eso da igual ─decía el señor Ibrahim─. El amor que sientes por ella, eso no te lo quita nadie. Te pertenece. Incluso aunque ella lo rechace, no puede cambiarlo. Lo único es que no se aprovecha de él. Lo que tú des, Momó, es tuyo para siempre. ¡Lo que te guardes, está perdido para siempre!


El señor Ibrahim y las flores del Corán.
Eric-Emmanuel Schmitt.


A menudo uno, cuando piensa en entregarse a una Ama, piensa en qué puede aportarle ella. O lo que es lo mismo, hasta qué punto va a merecer la pena ese esfuerzo. Esforzarse por ser válido para una Ama para que al final la relación no sea satisfactoria o para que ella no le dé a él lo que él esperaba, parece un mal negocio, una apuesta fallida. A menudo uno, cuando piensa en entregarse a una Ama, piensa en todos los esfuerzos como en un sacrificio que debe hacer para conseguir su premio. Hacer cosas que a uno pueden no gustarle para, al fin, conseguir lo que sí le gusta; el palo y la zanahoria.

Y a veces uno piensa si no será un error de base. Quizá la entrega no deba darse pensando en la correspondencia, sino en la propia entrega, porque al final, ¿en qué consiste ser sumiso? Evidentemente nadie entrega nada 100% gratis, todos esperamos una correspondencia, pero también es cierto que podemos esperar una correspondencia más o menos elevada. Yo puedo hacer algo por alguien esperando que, por ejemplo, me deje lamerle los pies (mmm, sí, lamer pies, me gusta...), pero puedo esperar algo más sencillo como una sonrisa (y sí, una sonrisa, cuando es abierta y honesta, también me gusta, incluso más que lamer pies). Y es que a menudo en nuestras relaciones humanas (BDSM o de cualquier otro tipo) nos acercamos a la otra persona con la idea mercantilista de «¿qué puedo sacar de esta persona?», en lugar de pensar en qué podemos aportar a esa persona, que no deja de ser, también, una forma de aportarnos a nosotros mismos, porque lo que compartimos es nuestro, lo que no compartimos lo perdemos.

A veces somos tan cabezones y tan egoístas que no nos damos cuenta de que la sumisión quizá sea eso, no un comercio de sentimientos, «te doy si me das», si no una entrega sincera «te doy porque quiero», «te doy porque te mereces que te den» (porque evidentemente no tiene sentido darle al primero que pase), y por qué no, «te doy porque al estar ahí, ya me estás dando».

Quizá se puedan cambiar las perspectivas de tantas cosas... Y empezar a hacerlo desde uno mismo para uno mismo, fundamentalmente. Porque sólo dándose a uno mismo la oportunidad que antes nunca se dio (la oportunidad de crecer, la oportunidad de dar por el placer de dar, la oportunidad de no marcarse metas, de ser lo que se quiere ser y como se quiere ser, de aprender por el placer de aprender y no como una obligación o una necesidad pesada y dolorosa, sino como algo que se disfruta...) puede uno empezar a disfrutar realmente de sí mismo y de lo que le gusta.

Quizá ahí esté el verdadero secreto de la sumisión y, por qué no decirlo, de la felicidad. Porque la felicidad no es hacer lo que se quiere, sino querer lo que se hace.



 
 Imagen: Dar

miércoles, 16 de octubre de 2013

Aprender de los errores.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y según esta afirmación, algunos somos más animales que otros. Porque no falla, uno se promete a sí mismo no tropezar más con esa piedra y acaba tropezando. Y a base de tropezar acaba dejándose mucho en el suelo en el que cae. La dignidad, lo primero, porque hay errores que son errores, de esos que todos podemos cometer, y otros que sacan a la luz todas tus miserias, que no son pocas. Te dejas la esperanza, no pocas veces, de aprender a no cometer esos errores. Las ilusiones, los sueños, esos sueños que poco a poco mueren, ésos que ves cada vez más lejano, ésos que son el recuerdo de tiempos en lo que tenías razones para soñar. Te dejas personas, personas muy importantes en tu vida a las que apartas sin saber por qué.

Y te levantas una y otra vez dispuesto a aprender de los errores. Y no aprendes. Y quedan promesas en el aire que ya no le importan a nadie, ni siquiera a ti mismo. Y queda un gran rencor, y sueños rotos. Y te caes, una, otra, y otra vez. Y vuelves a hacer un esfuerzo por levantarte, preguntándote si de verdad merece la pena levantarse. Y ves todas las razones que hay para levantarse, y las que hay para no hacerlo. Y realmente las razones para levantarte te parecen cada vez más lejanas, las razones para quedarte en el suelo parecen realmente más amables. Y te levantas.




viernes, 12 de julio de 2013

A quien pueda interesarle.



Aunque llevo toda la vida sintiendo pulsiones sumisas, sintiendo deseos, teniendo fantasías, sueños... Llevo muy poco tiempo en este mundillo que es el del BDSM. Un mundillo que, de la que empecé mi andadura, hará unos tres o cuatro años (así a bote pronto no recuerdo bien) me parecía fascinante, ilusionante, lleno de gente que conocer, de la que aprender y con la que compartir tantas y tantas cosas. Una visión ilusa de una mente ilusa y, a base de no querer ver sino lo bueno que hay en la gente, ciega. Porque éste es un mundo maravilloso, lleno de gente que conocer, de la que aprender, lleno de gente a la que me alegro enormemente de conocer, gente que, a mi lado o lejos de mí, llevaré siempre, SIEMPRE, conmigo, en mi corazón y mi memoria... Gente de la que aprendí y aprendo a diario. Pero, inevitablemente, el BDSM no nos hace peores personas, pero tampoco mejores. Quizá una de las lecciones más importantes que aprendí en estos años de participar en la vida bedesemera asturiana, como bedesemero, como sumiso, pero también como miembro de una organización (creo que todos los que leen este blog saben que milito en ACA BDSM, algo que no me gusta plantear como carta de presentación, pues la organización en la que milito no es, en ningún momento, responsable de las opiniones, sentimientos y visceralidades que aquí viertl. No voy a decir que aprendí a participar de una asociación, porque es falso, esa es una lección que, afortunadamente, traía bien aprendida de casa. Y digo afortunadamente porque, afortunadamente, ya conocía algunas piedras que me podía encontrar en el camino. Ya sabía que no todo el mundo sabe ni entiende (ni quiere entender) lo que supone un compromiso colectivo, más allá de la forma en la que éste se manifieste (que sin duda es de vital importancia, pero no es el tema que vengo a traer hoy, por lo que no voy a profundizar). Sabía ya que existen personas que únicamente exigen resultados sin valorar el trabajo altruísta y solidario (qué palabra más guapa y, en ocasiones, más hueca) de las personas que optan por seguir como camino de vida el camino de la militancia (otra gran palabra) y el sacrificio de partes nada desdeñables de su vida por un proyecto común, que se puede compartir o no, que se puede criticar con más o menos fiereza (incluso con crudeza absoluta, es lícito) pero que no puede ni menospreciarse ni boicotearse (pues las conductas miserables no son jamás lícitas).

Sin duda, era algo que conocía, algo que sabía. En el movimiento asociativo tengo llevado muchos palos, sufrido muchas traiciones y conozco lo que es ser vilipendiado por compañeros que no sólo deciden dejar de hacer causa común contigo (muy lícito, cada uno escoge a sus compañeros de camino y sus formas de trabajo, y a nadie se le puede echar en cara descolgarse de un proyecto si desea iniciar otros, o si desea volver a su casa), sino que deciden convertirte en el blanco de sus ataques. Pero tengo que decir que es en este mundo, en este mundo abierto, respetuoso, bonal, en el que vi los niveles de miserabilidad más grandes. Especialmente porque se trata de una miserabilidad gratuíta. Nada sacan las personas que actúan con odio y rencor, las personas que no sólo odian (madre mía, no seré yo el que diga qué sentimientos tiene que tener la gente) sino que se comportan de formas rastreras.


La cobardía, señores míos, la cobardía manifiesta y escogida como forma de vida, es miserable. Y todos somos capaces de cometer actos miserables, pero cuando la miserabilidad se busca intencionadamente, entonces podemos concluir que estamos ante personalidades miserables, y per ende, execrables. Señalar con el dedo desde el anonimato, desde perfiles en las redes sociales que son irreconocibles e inidentificables con personas reales, confundir el blanco de tus ataques y personalizar en individuos concretos los ataques que pretendes hacer contra una organización y contra una visión concreta del BDSM, no sólo es cobarde, sino que es digno del mayor de los desprecios. El desprecio que siento yo ante estas personas que buscan el daño por el daño, innecesario, estéril. Pero ya se sabe, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey, y siempre es preferible ser cabeza de ratón que cola de león, aunque al ratón se lo acabe comiendo un gato. Porque si te quieres desentender de un proyecto y generar otro alternativo, ¡perfiecto! hazlo, pero sin abrir frentes innecesarios que sólo dañan al BDSM.

Yo jamás estuve en Rusia. En consecuencia, no puedo decir que en Rusia me trataron muy mal, porque en Rusia no me trataron, ni mal, ni bien, ni regular. Yo nunca estuve en Rusia. En conscuencia, cualquiera que sepa que nunca estuve en Rusia, si me oyese decir que en Rusia me trataron muy mal podría decir con plena justicia que soy imbécil, que mi opinión carece de sentido y que, por lo tanto, mi opinión sobre el noble pueblo ruso no es respetable, pues parte de una mentira, en la mentira de que en Rusia me trataron mal. Si yo insisto en esa idea porque tengo un secreto interés en desprestigiar al noble pueblo ruso, cualquiera que sepa que nuca estuve en Rusia y que comprenda que estoy diciendo que en un país en el que no estuve me trataron mal, estará en plenas condiciones de despreciar no sólo mi opinión, sino mi persona. Porque no, no todas las personas son dignas de aprecio, ni tan siquiera de consideración, cuando día a día se emperran en demostrarnos que la miserabilidad es su estandarte.

Por eso, a quien esto pueda interesar,

dejo constancia de lo que sigue:


Que lo que sigue es única y exclusivamente la postura personal, intransferible, firme e invariable de la persona signataria de este blog, postura escrita en la noche del 11-7-13 al 12-7-13, a las 4:40 de la mañana, incitado por determinadas actitudes apreciadas en algunas redes sociales.
Que formo parte del proyecto, de la cosmovisión, de la ideología y del colectivo humano que está siendo sometido a un juicio social sumarísimo de puerilidad absurda y está siendo (o queriendo ser) sometido a un pseudo-linchamiento de matón de patio de colegio.
Que en consecuencia, me siento (soy) blanco de esos ataques que en ningún modo pueden considerarse lícitos (pues se articulan en torno a personalismos sin argumentos de ningún tipo), aunque a mí no se me mencione en ninguno de ellos. Que los ataques no se pueden considerar individuales sino colectivos, pues atañen a realidades y situaciones manadas de un debate, no manifestado nunca, en torno al BDSM, y hace referencia al comportamiento y las ideas, no personales ni individuales, sino colectivas de las personas referidas.
Que esta decisión firme no tiene ninguna relación con los afectos o los desafectos personales que tenga con otras personas, sino con la cosmovisión que mantengo del mundo BDSM, del mundo en general y del compañerismo y la solidaridad.
Que esto lleva implícito que si mañana se rompen los lazos personales que me unen estas personas, esta relación de compañerismo y solidaridad no se verían afectadas, pues no se basan en relaciones personales, sino organizativas y colectivas, además de en la dignidad del compromiso.
Que mis frustraciones personales o mi desaliento por no conseguir determinados objetivos personales y sentimentales jamás podrán ser capitalizados por nadie para convertirme en una punta de lanza contra nadie.
Que quien piense esto, sin duda piensa que soi imbécil. Que sé parezco imbécil, pero no lo soy.
Que mientras forme parte de cualquier organización de cualquier naturaleza acataré las decisiones que colectivamente se tomen en esa organización. Que independientemente de mi conconrdancia o discrepancia con una decisión concreta soy firme partidario del centralismo democrático. Que creo en la necesidad de discrepar y generar bloques críticos desde la unidad sin fisuras. Que discrepar no es romper. Que romper no es atacar. Que atacar no es utrajar. Que el ultraje es cobarde.
Que si dejo de formar parte de una organización, por principios, jamás utilizaré información interna para dañarla. Que esto se hace extensible a las personas que formen o que hayan formado parte de esa organización o de cualquier realidad colectiva.
Que si dejo de mantener relaciones emocionales con determinadas personas, por los mismos principios apuntados arriba, jamás utilizaré información privada para dañar a nadie. Que la muerte de una amistad no significa el nacimiento de una enemistad. Que a las personas a las que se quiso una vez, siempre se las quiere de alguna forma. Que el orgullo y el dolor jamás pueden ser el abono del odio. Que el odio sólo se puede comprender contra quienes dañan lo que amas.
Que la autopreservación es la primera regla de la Naturaleza. Que por esta regla la autodefensa es siempre legítima. Que esta autodefensa se extiende a las personas con las que estableces una relación de solidaridad y compañerismo. Que la solidaridad y el compañerismo están por encima de la amistad. Que la autodefensa es legítima por cualquier medio necesario. Que la violencia tiene como respuesta la violencia. Que la violencia tiene más formas que la violencia física. Que la violencia por la espalda es cobarde. Que la cobardía sólo anida en corazones secos. Que la cobardía da asco. Que la respuesta a la agresión es siempre noble, por más que pueda resultar violenta. Que la nobleza es un acto de amor hacia uno mismo.


A quien pueda interesar comunico que los enemigos de mis amigos pueden ser mis enemigos. Que los enemigos de mis compañeros son el enemigo. Que los amigos de hoy pueden ser los enemigos de mañana, los enemigos de hoy mañana pueden ser amigos, pero el enemigo es el enemigo. Que los afectos cambian, van y vienen. Que la coherencia permanece si se es coherente. Que el enemigo no es el enemigo por un desafecto personal, sino por algo más profundo que los afectos y los desafectos. Por coherencia. Que todos podemos tener contradicciones, que las contradicciones son naturales y legítimas. Que las incoherencias son inadmisibles.

A todo el que esto vea y entienda, manifiesto, que éste soy yo, que éste es mi lado, que no estoy aquí circunstancialmente, sino por elección propia. No por casualidad, no por afinidades personales, sino porque éste, y no otro, es mi sitio. Que mañana mi sitio puede ser otro, pero siempre desde el respeto a lo que soy ahora. Que las hostias que recibe un compañero son hostias que recibo yo. Que es muy fácil dejar a los compañeros en la estacada, que es muy fácil dejarse llevar por las frustraciones personales, por las pequeñas y las grandes derrotas, por los rencores viscerales y por el dolor de no tener lo que se desea. Que no estoy aquí, de este lado, para intentar conseguir lo que deseo y no tengo. Que ni mis deseos ni mis frustraciones son objeto de debate
A todo el que pueda interesarle, dejar claro que si alguien cree que ése soy yo, si alguien cree que mis muchas miserias pueden hacer que mi posicionamiento sea dudoso, entonces, no me conoce en lo más mínimo. Éste soy yo, esto es lo que tengo que decir, aquí estoy, aquí voy a quedarme.

Aviso a navegantes, no siempre sonrío.