Pincha y entra. ¡Hay que frenarlo!

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Qué limitan los límites?

En los foros, en los blogs, en los chats... es muy común leer sobre los límites de los sumisos. Menos común es leer sobre los límites de los Dominantes, aunque obviamente también los tienen. Es muy común leer lo importante que es conocer y respetar los límites, cuestiones como la palabra de seguridad...

Y no es raro encontrarse también Dominantes que afirman no aceptar límites. Estos Dominantes no quieren que sus sumisos les digan que no están dispuestos a hacer determinada cosa. Ahora bien, ¿eso significa realmente que no hay límites? Vamos a obviar los límites evidentes, es de perogrullo que ningún sumiso está dispuesto a aceptar que su Amo  le corte una mano (y si es así, quizá deberíamos dudad de su salud mental). Vamos a obviar cuestiones circunstanciales, es evidente que un sumiso puede afirmar no tener límites, pero no por ello se va a plantar en su trabajo desnudo, pues las consecuencias serían inaceptables. Vamos a hablar, entonces, sólo de cosas que sí son viables, que sí son asumibles, que son razonables. ¿Es cierto que hay sumisos sin límites?

Personalmente nunca me planteé la posibilidad de marcar límites. No quiero decir que no me lo vaya a plantear nunca, ni que tenga nada en contra de ello, simplemente nunca me sentí en la necesidad de marcar unos límites, y en consecuencia, no los marco... ¿O sí? Suelo pensar que mis únicos límites son aquellos que marcan mis principios, por ejemplo, si yo estuviese a los pies de una persona Dominante que quisiese valerse de mí para hacerle daño a otra persona, aquí no se aplica la sumisión, sino mis principios más básicos. Este ejemplo puede parecer muy tonto, obviamente el lector aplaudirá que no esté dispuesto a hacer un mal a una persona. Pero la formación integral de la persona (ya sea a nivel individual, ya a nivel colectivo) implica tejer una red de principios, ideas, ideologías, sentimientos... muy ámplia. En lo que se refiere a los principios, podemos encontrarnos con los principios de perogrullo, esos que son universales o universalizables, meter niños en una cacerola y comérselos está mal, se mire por donde se mire, y punto, pero otros principios tienen un carácter más personal. Los hay que no son creyentes, pero en las bodas se levantan y comulgan por costumbre, mientras que para otros, comulgar o no es una cuestión de principios, así lo que para uno sólo significa comer una galletita sosa, para otros es una cuestión ideológica irrenunciable. Así, yo, por ejemplo, cuando voy a una boda, a un entierro... entro en la iglesia (otros miembros de mi familia tienen por principios no entrar a las iglesias, y se quedan a la puerta), pero no comulgo (otros miembros de mi familia no son creyentes pero se levantan a comulgar).

¿Es viable que yo me levante a comulgar? ¿Me va a pasar algo, me voy a convertir en un gremlim? Evidentemente no. Así, una Ama no podrá cortarme una mano, pero sí ordenarme que me levante a comulgar. Y sin embargo... Sin embargo esto atenta contra mis principios. No es que no quiera hacerlo, es que no me parece correcto, y en consecuencia, no puedo.

Bien, este ejemplo tonto (podría poner ejemplos más pegados a mi realidad cotidiana, pero hasta mi nivel de exhibicionismo emocional tiene un límite) nos puede servir para afirmar que no hay sumisos sin límites... Ahora bien, mi Ama podría decir, "Ah, ¿que no estás dispuesto a hacer esto?, pues adiós". Pero no es difícil adivinar que muchos Amos sin límites están dispuestos a ceder ante determinados escrúpulos de sus sumisos. Realmente dudo que un Dominante quiera obligar a un sumiso a hacer lo que a éste le supone un conflicto interior hacer.

Entonces, ¿a cuento de qué algunos Amos afirman no aceptar límites, y algunos sumisos afirman no tenerlos? ¿Para darse el pisto? Cualquiera podría pensar que los Amos que dicen no aceptar límites lo hacen por hacerse los duros, mientras que los sumisos que dicen no tenerlos lo hacen por ir de sumisinos por la vida y, de paso, atraer más la atención de los Amos.

Yo no estoy de acuerdo con esto en absoluto. Evidentemente hay Amos y sumisos que dicen no tener límites para presumir, pero creo que también hay Amos y sumisos que dicen no tener límites porque realmente no los tienen.

¿Cómo puedo decir yo que no tengo límites y después reconocer que hay cosas que no estaría dispuesto a hacer? Veamos. De mano, habrá que ver si las cosas que uno no está dispuesto a hacer son BDSM o no. Porque, siguiendo con el ejemplo de antes, yo puedo negarme a comulgar, pero decir que no tengo límites... Porque estamos hablando de un hecho que transciende el BDSM para invadir el espacio de la espiritualidad íntima de la persona (también puede pasar que la relación BDSM transcienda a la vida vainilla, mismo a la intimidad emocional, y no exista una vida vainilla y una vida BDSM).

Cuando escuché por primera vez a una persona Dominante decir que no aceptaba límites le pregunté "¿por qué?". La respuesta que me ofreció fue un poco del estilo "porque no", supongo que no le apetecía, ni sentía la necesidad de darme una explicaciones que, por otro lado, probablemente yo tampoco sería capaz de entender en ese momento (quien sabe si podría entenderlas hoy). Quizá la pregunta sea errónea. Quizá la pregunta no sea por qué hay Dominantes que no aceptan límites, y sumisos que no los ponen. Quizá la preguna sea por qué hay Dominantes que aceptan límites y sumisos que ponen límites.

Vaya por delante que yo no voy a juzgar ninguna relación (excusatio non petita, acusatio manifesta, que decía mi profesor de latín), y vaya por delante que no soy precisamente yo el que vaya a darle lecciones a nadie. Simplemente ésta es una cuestión que lleva un tiempo volándome en la cabeza. Pero, sobre todo cuando entro en foros, redes sociales... y veo una lista de límites, me da pereza. Y me da pereza a mí, que soy sumiso, me imagino a un Dominante. Un Dominante que conoce, por poco que sea, a un sumiso ya sabe que, por mil razones, hay cosas que no puede hacer con su sumiso. Así, un sumiso casado malamente podrá ser expuesto en público, a riesgo de romperse un matrimonio (caso de que la pareja no sepa nada). Del mismo modo, un sumiso puede no limitar la humillación, pero ningún Dominante con dos dedos de frente humillará a su sumiso en situaciones o con cuestiones que degraden a su sumiso (así, a nadie se le ocurriría humillar a un sumiso que acaba de pasar por una situación trágica o humillarlo con algo que realmente le duela).

¿Por qué ponemos, entonces límites? Y en este caso, voy a volver a darle la vuelta a la pregunta, ¿por qué yo no me veo en la necesidad de poner límites? Ayer mismo la persona que me está guiando por este camino del BDSM me dijo que soy muy cabezón con respecto a lo que pienso. Es cierto, lo soy. Y es así porque tengo una lista de principios fundamentales (que son aquellos principios que, no siendo los básicos universales, tampoco son discutibles) más o menos larga (¡puedo llegar a necesitar hasta los dedos de las dos manos para contarlos!). En consecuencia, en esta vida hay muchas cosas que no voy a hacer nunca. ¿Entonces, será que sí que tengo límites? Repito lo dicho arriba, no siento la necesidad de poner límites. Y no la siento porque sé que no lo necesito, ya que estoy plenamente convencido de que la persona que me guía no va a hacer nada que me haga daño, y por lo tanto no me va a pedir nada que vaya contra mis principios.

La cuestión de los límites es, creo yo, una cuestión dialéctica. La diferencia entre tener o no tener límites es en realidad la diferencia entre especificar o no especificar límites. Con ello creo que la diferencia puede ir más lejos, mucho más, de lo que los límites concretos que marcamos pueden dar a entender. La diferencia entre acordar y concordar. Los límites se acuerdan entre las dos partes, que negocian qué se hace y qué no. Es una opción, no la mía, pero a todas luces válida. En lugar de ello, la ausencia de límites no implica en ningún momento una entrega más severa, más dura. La diferencia no afecta tanto a cuánto entregamos, sino a cómo lo entregamos (y cuando hablo de entregar me refiero al sumiso, pero también al Dominante, que también entrega, en no pocas ocasiones más que el sumiso). 

Si no necesito acordar límites, no es porque esté dispuesto a todo, es porque sé que no se me va a pedir nada que no pueda dar (por imposibilidad estricta o porque me sea imposible éticamente). Del mismo modo que no aclaro a la persona que me guía (y que espero que algún día sea mi Ama) que no acepto que me corte una mano, no le aclaro que no acepto otras cosas, porque confío en ella para saber que no me va a hacer daño. Del mismo modo, acepto que haya cosas que me obligue a hacer que no me gusten, por supuesto, y evidentemente no soy yo quien marca lo que se hace y lo que no. Tampoco lo es el sumiso que marca límites. Pero creo que hay una poco sutil diferencia entre escribir una lista de cosas que no estoy dispuesto a hacer y sentarme tranquilamente a hablar con la persona Dominante de lo que supone para mí hacer esas cosas y después decidir. Quién sabe, quizá donde yo veía algo irrealizable, encuentro algo placentero. Quizá aquello que no estaba dispuesto a entregar, lo acabo entregando. Porque del mismo modo que muchas veces al Amo se le puede escapar el significado que tiene para el sumiso hacer algo (y por lo tanto su negativa), al sumiso se le puede escapar el significado que ese algo tiene para el Amo (y por lo tanto su demanda).

Evidentemente una relación que se gesta en pocos meses necesita de límites. Los necesita porque en pocos meses, por mucho que te entregues, por mucho que confíes... no es posible conocer las necesidades específicas de la otra persona, ni es posible saber si le haces daño, por lo que hay que decir "esto sí, esto no". No pretendo hacer yo aquí un alegato de las relaciones sin límites como máximo exponente de la pureza D/s, porque no soy amigo de las cosas puras, menos aún de las personas puras. Evidentemente, una relación que se basa en la fusta y el látigo (muy loable), no puede construírse sin límites, para ello es necesario constuír la relación sin prisas y con horas y horas de conversación para conocerse realmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario