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viernes, 8 de marzo de 2013

Espacios.


Leo con tristeza y preocupación en Flechazos BDSM que Laboratorio de Fantasmas, en Madrid, puede acabar con su actividad por diversos motivos (que se explican, grosso modo, en el artículo). Y me preocupa seriamente porque, aunque yo no estuve nunca en el Laboratorio de Fantasmas (mi pequeña tierra verde está bastante lejos de los llanos madrileños), ni conozo a sus promotores (mi andadura en el BDSM es demasiado corta como para conocer a la gente que, fuera de Asturias, trabaja en torno a nuestra afectivo-sexualidad), entiendo que un espacio que se pierde, es un espacio que perdemos todos. Asturias tiene una población de  1.081.487*, y aunque en torno al 80% de la población vive en el Centro**, aproximadamente la mitad de la población no vive en ninguna de sus grandes ciudades (Oviedo/Uviéu, Gijón/Xixón y Avilés), la ciudad más poblada, Gijón/Xixón, no llega a los 300.000 habitantes, y la capital, Oviedo/Uviéu, supera escasamente los 200.000. Además, aunque el Centro está más o menos bien comunicado, la comunicación con el Oriente y, especialmente, con el Occidente, son más bien malas (muchos municipios no tienen ni acceso al transporte público).

Pienso, entonces, que si en una ciudad grande, bien comunicada y que supone un polo de atracción importante, como es el caso de Madrid, es difícil mantener espacios bedesemeros, ¿cómo será posible hacerlo en Asturias? Evidentemente Asturias genera sus propios polos de atracción (como cualquier otro territorio), pero también es evidente que ese polo de atracción no es comparable con el que suponen ciudades como Madrid o Barcelona. Así, si tenemos razones para preocuparnos por la salud del BDSM estatal, podemos imaginarnos las razones que tenemos para preocuparnos de la salud del BDSM asturiano. Leo en la entrevista de Flechazos BDSM a José María Ponce que la raíz de los problemas que atraviesa el BDSM madrileño está en «una crisis económica que se ha convertido en algo más que en una palabra, exceso de eventos para un público limitado en número y, probablemente, cierta atomización del "mundillo" en pequeños grupos, no siempre afines entre sí». Si traspolamos el caso al BDSM asturiano, podemos decir que el exceso de eventos no es precisamente nuestro problema, y por los conocimientos (o al menos las intuiciones) que tenemos, a pesar de no ser un territorio muy poblado, creo que tampoco podríamos buscar el problema en la ausencia de asturianos bedesemeros. Sabemos que hay muchos asturianos bedesemeros, a muchos además los conocemos, ya personalmente, ya a través de las redes sociales, ya a través de chats (como el chat de ACA BDSM). Las otras dos razones que apunta Ponce, creo que sí son aplicables al caso asturiano. Es evidente que la crisis se está cebando con gran parte de la población, lo que, además, en el caso de Asturias significa (como significó en las crisis de los 90, de los 80, e incluso en las crisis anteriores) un grado de emigración superior al del conjunto del estado. Es decir, se van muchos más bedesemeros de Asturias que los que pueden venir (precisamente porque Asturias no supone un polo de atracción).

El otro gran problema, y éste sí es un problema específicamente bedesemero, y que deberíamos abordar desde la comunidad bedesemera, es la escesiva atomización del BDSM, que ya no es que no derive en grupos afines, sino en deriva en grupos en más de una ocasión hostiles. Esto es, los bedesemeros asturianos no somos muchos (tampoco me atrevo a decir que somos pocos, porque en relación con la población, no creo que seamos pocos), y además estamos mal avenidos. Este post se podría convertir en un señalar con el dedo culpables, pero creo que no sería ni justo, ni equitativo ni productivo. Con todo, sí que tengo una opinión muy clara al respecto, y sí que creo que, a pesar de que todos tenemos nuestra culpa, los hay más culpables que otros, y perdonadme la vena moralista que me está saliendo.

Decía el gran jefe Seatle en su discurso de entrega de sus tierras al Gobierno de los Estados Unidos «soy sólo un salvaje, y no entiendo nada». Quizá yo también sea sólo un salvaje, quizá sea sólo un sumiso, o quizá sea sólo un tonto, quizá sea todas esas cosas, pero tampoco entiendo nada. O lo entiendo todo, pero me niego a creerlo. No entiendo, o no quiero entender, cómo es posible que desavenencias personales sean el origen de batallas campales libradas en silencio y en secreto, a modo de una macabra Guerra Fría, donde en lugar de plantear esas desavenencias de forma pública y notoria, para poder establecer debate en torno al BDSM, puntos de encuentro y, por qué no, puntos de desencuentro, lo que se hace es minar la moral del que se considera el enemigo y establecer campañas de desprestigio. Quizá este sea un juego en el que entramos todos en alguna ocasión (la autocrítica nunca está de más, y analizar en qué fallamos nosotros mismos nunca está de más), pero seamos francos, sin pretender caer en el juego del "y tú más", no todos caemos en la guerra sucia con la misma frecuencia ni con la misma dureza.

En un sitio como Asturias, donde todos nos conocemos, y en un mundillo como el nuestro, donde nadie somos desconocidos, es difícil no acabar conociendo lo que está pasando, por mucho que uno pretenda mirarlo todo con los ojos de la bondad, por mucho que uno pretenda que el mundo desaprensivo gane la partida y le pase al lado de los desconfiados y beligerantes por sitema, uno no puede dejar de ver lo que pasa.

Como dije, mi propósito no es, ni mucho menos, señalar culpables, sencillamente pretendo analizar una situación que puede ser dañina para el BDSM asturiano. Y creo que todos los que vivimos el BDSM en Asturias queremos (no concivo que pueda ser de otra forma, soy sólo un salvaje) que se normalice, que se normalicen socialmente nuestras prácticas y, muy especialmente, nuestros sentimientos. ¿No sería perfecto poder vivir el BDSM con normalidad, hasta públicamente si así lo decidiésemos? Pero esto es algo difícil, especialmente cuando en lugar de cerrar filas en virtud de un ideal superior a nosotros mismos (la normalización del BDSM, las libertades sexuales, la felicidad), nos enquistamos en nuestros propios orgullos con el único fin de marcar más paquete que esas personas que decidimos que sean el enemigo.

Los espacios son imprescindible en cualquier movimiento, y en el BDSM especialmente. No sólo espacios físicos, como puede ser el Laboratorio de Fantasmas, en Madrid, o el Triskel del Norte, en Asturias, sino también espacios intelectuales. Es decir, los eventos donde poder vernos, hablar, compartir ideas, los blogs (que también son un espacio), los chats... Son importantes para no vivir encerrados en una torre de marfil. Si bien es verdad que creo que por muy importante que sea un chat, un blog, un foro... el cara a cara siempre es más importante. Ese cara a cara se puede hacer en un espacio físico estrictamente bedesemero, o no. Así, por poner un ejemplo que conozco, en Asturias ACA BDSM organizaba encuentros en una cafetería, pero una vez hubo la posibilidad, empezaron a organizarse en el Triskel del Norte, con las ventajas que, creo yo, esto aporta. No es nada nuevo, los espacios físicos hace más cómodo el desarrollo de espacios intelectuales, aunque no sean imprescindibles para que estos se den, sí son muy provechosos. ¿Podemos dejar que unos espacios y otros desaparezcan?

Sin duda, podemos aportar muchas soluciones. El trabajo contínuo es una de ellas, pero ningún movimiento en este mundo se puede sustentar sobre el voluntarismo, porque las voluntades, de mucho exprimirlas, se pueden secar. La articulación de un discurso unitario, por más que también pueda ser heterogéneo, por supuesto, también podría ser un punto de partida interesante. Con esto no quiero decir que tengamos que escribir un Manifiesto bedesemero, ni mucho menos. Lo que quiero decir es que tenemos que partir de una serie de ideas comunes. Algo que en el plano teórico ya hacemos, lo hacemos cuando hablamos de la libertad de todas las partes para decidir lo que quieren hacer, cuando hablamos de la necesidad de la seguridad, cuando hablamos de la no superioridad de nadie sobre nadie... puntos que, grosso modo, venimos aceptando todos (casi). Nos falta, eso sí, el plano práctico. Nos falta el entender que no podemos estar a la gresca los unos contra los otros, que no lleva a ningún lado, por ejemplo, desprestigiar las actividades que hacen determinadas personas, o a esas mismas personas. Evidentemente, cada uno tenemos nuestro modo de entender el BDSM, de entender su normalización (o su no normalización), su sociabilización (o su no sociabilización), etc, pero no podemos perder de perspectiva que aquí estamos todos, y o bien olvidamos las guerras absurdas y cainitas, o bien nos hundimos todos. Y habrá quien quiera que se hundan los que hacen algo... Pero cuando los que hacen algo se hundan, no habrá nadie que haga nada, y entonces nos veremos en la soledad de nuestros sentimientos (aunque quizá hay quien crea que esa soledad se pueda paliar sólo a través de una pantalla de ordenador, yo no soy de esa idea, creo en la necesidad imperante de hacer cosas in situ).

Lo sé, sé que glayo en castañéu, que predico en el desierto. Sé que esto no va animar a nadie a dejar el discurso y la praxis cainita. Hasta mi imbecilidad tiene un límite (aunque haya quien no lo crea), y me doy cuenta de esto. ¿Nos hundiremos? Yo creo que, a pesar de los que pueden desearlo, no nos vamos a hundir. Porque nuestra determinación es grande. Tiene que serlo, no queda otra.

¿Recetas para que el BDSM asturiano goce de mejor salud? No tengo la receta mágica (si la tuviese sería un referente, un tótem del BDSM asturiano, estatal y mundial, no un soplapollas que escribe un blog con la ayuda de un chimpancé amaestrado para tal propósito), pero hasta un pobre salvaje, un pobre iluso, puede tener algunas recetinas de andar por casa, o puede leer y mirar las recetas que otros nos ofrecen. Y en la entrevista de Flechazos BDSM a José María Ponce intuyo algunas recetinas que pueden aplicarse, unas mejor, otras peor, en Asturias.

Y no, no quiero que el BDSM vuelva a significar para mí una paja delante del ordenador y un encuentro esporádico con alguien que me caliente el culo. Tampoco quiero que se limite a andar por los foros y los chats como un perro en celo buscando Ama. Quiero que el BDSM sea para mí lo que es ahora, una forma de crecer, de crecer con gente que me ayuda a crecer, y de vivir y sentir lo que me golpea en las entrañas desde hace tanto tiempo. En Asturias también hay BDSM, y está aquí para quedarse.

Como decía algún presentador estadounidense, buenas noches, y buena suerte.





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*Dato extraídos de Wikipedia.

**Asturias, a pesar de ser una comunidad uniprovincial, se divide en tres circuscripciones (que además de electorales son divisiones asumidas socialmente por los asturianos, el Occidente, el Centro y el Oriente)

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