Leo con tristeza y preocupación
en Flechazos
BDSM que Laboratorio de Fantasmas, en Madrid, puede acabar con su
actividad por diversos motivos (que se explican, grosso modo, en el
artículo). Y me preocupa seriamente porque, aunque yo no estuve nunca en el
Laboratorio de Fantasmas (mi pequeña tierra verde está bastante lejos de los
llanos madrileños), ni conozo a sus promotores (mi andadura en el BDSM es
demasiado corta como para conocer a la gente que, fuera de Asturias, trabaja en
torno a nuestra afectivo-sexualidad), entiendo que un espacio que se pierde, es
un espacio que perdemos todos. Asturias tiene una población de 1.081.487*, y aunque en torno al 80% de la
población vive en el Centro**, aproximadamente la mitad de la población no vive
en ninguna de sus grandes ciudades (Oviedo/Uviéu, Gijón/Xixón y Avilés), la
ciudad más poblada, Gijón/Xixón, no llega a los 300.000 habitantes, y la
capital, Oviedo/Uviéu, supera escasamente los 200.000. Además, aunque el Centro
está más o menos bien comunicado, la comunicación con el Oriente y,
especialmente, con el Occidente, son más bien malas (muchos municipios no
tienen ni acceso al transporte público).
Pienso, entonces, que si en una
ciudad grande, bien comunicada y que supone un polo de atracción importante,
como es el caso de Madrid, es difícil mantener espacios bedesemeros, ¿cómo será
posible hacerlo en Asturias? Evidentemente Asturias genera sus propios polos de
atracción (como cualquier otro territorio), pero también es evidente que ese
polo de atracción no es comparable con el que suponen ciudades como Madrid o
Barcelona. Así, si tenemos razones para preocuparnos por la salud del BDSM
estatal, podemos imaginarnos las razones que tenemos para preocuparnos de la
salud del BDSM asturiano. Leo en la entrevista de Flechazos BDSM a José
María Ponce que la raíz de los problemas que atraviesa el BDSM madrileño está
en «una crisis económica que se ha convertido en algo más que en una
palabra, exceso de eventos para un público limitado en número y, probablemente,
cierta atomización del "mundillo" en pequeños grupos, no siempre
afines entre sí». Si traspolamos el caso al BDSM asturiano, podemos decir que
el exceso de eventos no es precisamente nuestro problema, y por los
conocimientos (o al menos las intuiciones) que tenemos, a pesar de no ser un
territorio muy poblado, creo que tampoco podríamos buscar el problema en la
ausencia de asturianos bedesemeros. Sabemos que hay muchos asturianos bedesemeros,
a muchos además los conocemos, ya personalmente, ya a través de las redes
sociales, ya a través de chats (como el chat de ACA
BDSM). Las otras dos razones que apunta Ponce, creo que sí son aplicables
al caso asturiano. Es evidente que la crisis se está cebando con gran parte de
la población, lo que, además, en el caso de Asturias significa (como significó
en las crisis de los 90, de los 80, e incluso en las crisis anteriores) un
grado de emigración superior al del conjunto del estado. Es decir, se van
muchos más bedesemeros de Asturias que los que pueden venir (precisamente
porque Asturias no supone un polo de atracción).
El otro gran problema, y éste sí es
un problema específicamente bedesemero, y que deberíamos abordar desde la
comunidad bedesemera, es la escesiva atomización del BDSM, que ya no es que no
derive en grupos afines, sino en deriva en grupos en más de una ocasión hostiles.
Esto es, los bedesemeros asturianos no somos muchos (tampoco me atrevo a decir
que somos pocos, porque en relación con la población, no creo que seamos
pocos), y además estamos mal avenidos. Este post se podría convertir en un
señalar con el dedo culpables,
pero creo que no sería ni justo, ni equitativo ni productivo. Con todo, sí que
tengo una opinión muy clara al respecto, y sí que creo que, a pesar de que
todos tenemos nuestra culpa,
los hay más culpables que
otros, y perdonadme la vena moralista que me está saliendo.
Decía el gran jefe Seatle en su discurso
de entrega de sus tierras al Gobierno de los Estados Unidos «soy sólo un
salvaje, y no entiendo nada». Quizá yo también sea sólo un salvaje, quizá sea sólo un sumiso, o quizá sea sólo un tonto, quizá sea todas
esas cosas, pero tampoco entiendo nada. O lo entiendo todo, pero me niego a
creerlo. No entiendo, o no quiero entender, cómo es posible que desavenencias
personales sean el origen de batallas campales libradas en silencio y en
secreto, a modo de una macabra Guerra Fría, donde en lugar de plantear esas
desavenencias de forma pública y notoria, para poder establecer debate en torno
al BDSM, puntos de encuentro y, por qué no, puntos de desencuentro, lo que se
hace es minar la moral del que se considera el
enemigo y establecer campañas de desprestigio. Quizá este sea un juego
en el que entramos todos en alguna ocasión (la autocrítica nunca está de más, y
analizar en qué fallamos nosotros mismos nunca está de más), pero seamos
francos, sin pretender caer en el juego del "y tú más", no todos
caemos en la guerra sucia con la misma frecuencia ni con la misma dureza.
En un sitio como Asturias, donde
todos nos conocemos, y en un mundillo como el nuestro, donde nadie somos
desconocidos, es difícil no acabar conociendo lo que está pasando, por mucho
que uno pretenda mirarlo todo con los ojos de la bondad, por mucho que uno
pretenda que el mundo desaprensivo gane la partida y le pase al lado de los desconfiados y beligerantes por
sitema, uno no puede dejar de ver lo que pasa.
Como dije, mi propósito no es, ni
mucho menos, señalar culpables,
sencillamente pretendo analizar una situación que puede ser dañina para el BDSM
asturiano. Y creo que todos los que vivimos el BDSM en Asturias queremos
(no concivo que pueda ser de otra forma, soy
sólo un salvaje) que se normalice, que se normalicen socialmente nuestras
prácticas y, muy especialmente, nuestros sentimientos. ¿No sería perfecto poder
vivir el BDSM con normalidad, hasta públicamente si así lo decidiésemos? Pero
esto es algo difícil, especialmente cuando en lugar de cerrar filas en virtud
de un ideal superior a nosotros mismos (la normalización del BDSM, las
libertades sexuales, la felicidad), nos enquistamos en nuestros propios
orgullos con el único fin de marcar más paquete que esas personas que decidimos
que sean el enemigo.
Los espacios son imprescindible en
cualquier movimiento, y en el BDSM especialmente. No sólo espacios físicos,
como puede ser el Laboratorio de Fantasmas, en Madrid, o el Triskel del Norte,
en Asturias, sino también espacios intelectuales. Es decir, los eventos donde
poder vernos, hablar, compartir ideas, los blogs (que también son un espacio),
los chats... Son importantes para no vivir encerrados en una torre de marfil.
Si bien es verdad que creo que por muy importante que sea un chat, un blog, un
foro... el cara a cara siempre es más importante. Ese cara a cara se puede
hacer en un espacio físico estrictamente bedesemero, o no. Así, por poner un
ejemplo que conozco, en Asturias ACA BDSM organizaba encuentros en una
cafetería, pero una vez hubo la posibilidad, empezaron a organizarse en el
Triskel del Norte, con las ventajas que, creo yo, esto aporta. No es nada
nuevo, los espacios físicos hace más cómodo el desarrollo de espacios
intelectuales, aunque no sean imprescindibles para que estos se den, sí son muy
provechosos. ¿Podemos dejar que unos espacios y otros desaparezcan?
Sin duda, podemos aportar muchas
soluciones. El trabajo contínuo es una de ellas, pero ningún movimiento en este
mundo se puede sustentar sobre el voluntarismo, porque las voluntades, de mucho
exprimirlas, se pueden secar. La articulación de un discurso unitario, por más
que también pueda ser heterogéneo, por supuesto, también podría ser un punto de
partida interesante. Con esto no quiero decir que tengamos que escribir un Manifiesto bedesemero, ni mucho
menos. Lo que quiero decir es que tenemos que partir de una serie de ideas
comunes. Algo que en el plano teórico ya hacemos, lo hacemos cuando hablamos de
la libertad de todas las partes para decidir lo que quieren hacer, cuando
hablamos de la necesidad de la seguridad, cuando hablamos de la no superioridad
de nadie sobre nadie... puntos que, grosso
modo, venimos aceptando todos (casi). Nos falta, eso sí, el plano práctico.
Nos falta el entender que no podemos estar a la gresca los unos contra los
otros, que no lleva a ningún lado, por ejemplo, desprestigiar las actividades
que hacen determinadas personas, o a esas mismas personas. Evidentemente, cada
uno tenemos nuestro modo de entender el BDSM, de entender su normalización (o
su no normalización), su sociabilización (o su no sociabilización), etc, pero
no podemos perder de perspectiva que aquí estamos todos, y o bien olvidamos las
guerras absurdas y cainitas, o bien nos hundimos todos. Y habrá quien quiera
que se hundan los que hacen algo... Pero cuando los que hacen algo se hundan,
no habrá nadie que haga nada, y entonces nos veremos en la soledad de nuestros
sentimientos (aunque quizá hay quien crea que esa soledad se pueda paliar sólo
a través de una pantalla de ordenador, yo no soy de esa idea, creo en la
necesidad imperante de hacer cosas in
situ).
Lo sé, sé que glayo en castañéu, que predico
en el desierto. Sé que esto no va animar a nadie a dejar el discurso y la
praxis cainita. Hasta mi imbecilidad tiene un límite (aunque haya quien no lo
crea), y me doy cuenta de esto. ¿Nos hundiremos? Yo creo que, a pesar de los
que pueden desearlo, no nos vamos a hundir. Porque nuestra determinación es
grande. Tiene que serlo, no queda otra.
¿Recetas para que el BDSM asturiano
goce de mejor salud? No tengo la receta mágica (si la tuviese sería un
referente, un tótem del BDSM asturiano, estatal y mundial, no un soplapollas
que escribe un blog con la ayuda de un chimpancé amaestrado para tal
propósito), pero hasta un pobre salvaje, un pobre iluso, puede tener algunas
recetinas de andar por casa, o puede leer y mirar las recetas que otros nos
ofrecen. Y en la entrevista de Flechazos
BDSM a José María Ponce intuyo algunas recetinas que pueden aplicarse,
unas mejor, otras peor, en Asturias.
Y no, no quiero que el BDSM vuelva a
significar para mí una paja delante del ordenador y un encuentro esporádico con
alguien que me caliente el culo. Tampoco quiero que se limite a andar por los
foros y los chats como un perro en celo buscando Ama. Quiero que el BDSM sea
para mí lo que es ahora, una forma de crecer, de crecer con gente que me ayuda
a crecer, y de vivir y sentir lo que me golpea en las entrañas desde hace tanto
tiempo. En Asturias también
hay BDSM, y está aquí para quedarse.
Como decía algún presentador
estadounidense, buenas noches, y buena suerte.
_________________
*Dato extraídos
de Wikipedia.
**Asturias, a
pesar de ser una comunidad uniprovincial, se divide en tres circuscripciones
(que además de electorales son divisiones asumidas socialmente por los
asturianos, el Occidente, el Centro y el Oriente)
Soy incapaz de saber por qué me salen párrafos subrayados :s
ResponderEliminar