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martes, 23 de abril de 2013

Decisiones y confianzas.


Hace unos tres años que me acerqué al BDSM de forma activa, es decir, hace tres años que decidí (quizá una de las decisiones más acertadas que tomé en la vida) participar en eventos BDSM, cafés, fiestas, colectivos, charlas, momentos de risas, momentos de menos risas, momentos sin puta gracia y momentos más que graciosos, siempre de la mano de gente que merece la pena, compartiendo espacios con gente que permaneció en mi vida y en proyectos en común, con gente que se fueron descolgando, de gente que nunca quiso estar, de gente que puso zancadillas, que quiso aprovecharse, que me apoyó desde el principio y en la que voy a poder confiar hasta el final, con gente que está, con gente que estuvo, con gente que estará, con gente que fallará, que persistirá, que abandonrá, que se mantendrá firme sobre la roca firme, con gente a la que le debo todo, para lo bueno o lo menos bueno.

Desde el primer momento en el que me acerqué al BDSM de forma activa, el momento en el que tomar un café ganaba espacio a mirar pornografía, en el que hablar ganaba espacio a sesionar, en el que una mirada muda se impuso más que mil fustas, sentí la frustración de estar viviendo una doble vida. La frustración de esconderse, de mentir a amigos y familiares cuando salgo a una fiesta, a un café, a cualquier evento. De inventarme bodas, despedidas, entierros, actos políticos inexistentes... De que me presupusiesen novias, enfados, ante idas y venidas que no parecían tener explicación, ante teléfonos colgados, ante excusas forzadas, inventadas en tres segundos, repetidas en mil ocasiones, prefabricadas, innovadas...



Realmente me resultó siempre frustrante vivir dos vidas, la vainilla y la bedesemera, porque en realidad soy una sola persona, con muchas facetas, claro que sí, pero una sola persona, y del mismo modo que otras facetas de mi vida no entran en confrontación, nunca le encontré sentido a que esta faceta sí entrase en confrontación con las demás.

Pero no puedo ser ingenuo, no puedo ser un suicida estúpido. Sé perfectamente que no puedo ir pregonando por ahí que soy sumiso, sé que, entre otras cosas (y no sólo por autodefensa, sino por convicción) el BDSM, como parte de mi afectivo-sexualidad, forma parte de mi intimidad, y no tengo por qué airear lo que hago ni con quien. Aunque también soy libre de compartir ciertas cosas de mi afectivo-sexualidad (todos sabemos de nuestro entorno quién tiene pareja, quién está casado... y son aspectos de la afectivo-sexualidad de las personas). Pero evidentemente hay cosas que no son comparables, y no podemos comparar el hecho de tener pareja, que es algo que no sólo es socialmente aceptable, sino que además es socialmente recomendado, que tener sentimientos de sumisión, que no siempre es comprendido ni aceptado por la gente que nos rodea, y que es fácilmente utilizable para hacernos daño.

Tengo la suerte, la tremenda suerte, de contar con mucha gente en mi vida que me quiere. Sé que nadie tiene muchos amigos verdaderos, sólo unos pocos. Con todo, no creo (porque la experiencia me demostró que no es así) que no existan los amigos verdaderos ni que no se pueda confiar en nadie. No, no se puede confiar en la primera persona que pasa, eso es cierto. Yo, aunque parezca todo lo contrario, no soy una persona excesivamente confiada. Realmente no confío de buenas a primeras de nadie, aunque tampoco desconfío de buenas a primeras de nadie. Sencillamente siento cierta indiferencia hacia la gente a la que no conozco bien. Eso me ayuda a no llevarme grandes decepciones (aunque alguna me llevo, por supuesto) y a no cerrarme a mucha gente que, con el tiempo, acabó formando parte muy importante de mi vida.

La confianza es algo difícil de ganar, pero para que alguien confíe en ti, quizá tú también tengas que confiar (aunque sólo sea un poco) en esa persona. Yo no puedo pedirle a nadie que confíe en mí, si yo no confío en esa persona, del mismo modo que no puedo confiar en alguien que no confía en mí. Es evidente que en muchas ocasiones la confianza se traiciona, como también es verdad que en muchas ocasiones la confianza se refuerza. La confianza no podemos dársela a todo el mundo, pero tampoco negársela a todo el mundo.



Desde hace algún tiempo vengo hablando con la gente a la que quiero (no la gente que me cae bien, no la gente que me despierta simpatías, sino a la gente a la que quiero y a la que siento profundamente dentro de mí, que son parte de mí de alguna forma) sobre mis sentimientos en el BDSM. Desde hace algún tiempo me dirigí a mi grupo de amigos más cercanos (mis mejores amigos y mi amigo-hermano, un hermano que lo es porque así lo sentimos los dos, aunque naciésemos y nos criásemos en el seno de dos familias distintas) para explicarles cómo siento, lo que soy. Porque tengo muy clara una cosa, el BDSM, la sumisión, no es lo que hago, es lo que soy. Ayer mismo hablé con mi hermana, con la que, es verdad, tengo y tuve algunas diferencias (algunas muy serias), pero que es una persona que cree en lo que yo diga a ojos ciegos, y que me quiere como yo la quiero a ella, y le conté que me interesa el BDSM (si bien es verdad que no entré en grandes detalles). Creo que de alguna forma también correspondí con su confianza, pues cuando ella salió de su particular armario (que, por razones obvias, no voy a explicar, cada uno hablará de su vida, yo hablo de la mía) fue en mí en la primera persona (al menos dentro de la familia) en la que confió. Y como dije, no se puede pedir confianza a alguien a quien no le otorgas el mismo grado de confianza.

Sé que algunos de mis mejores amigos dentro del BDSM (que son amigos dentro del BDSM, pero también fuera, pues cuando quieres a alguien lo quieres, en todos los ámbitos, en todos los momentos y en todas las circunstancias, incluso cuando confrontáis) no ven con buenos ojos que salga del armario con tanta alegría, o con lo que ellos consideran con alegría. Soy consciente de que si no lo ven con buenos ojos es únicamente porque me quieren, porque tienen miedo de que mi excesivo exhibicionismo me cueste caro y me acabe arrepintiendo. Lo que creo que no entienden es que si me exhibo (lo pongo en cursiva para subrayar lo importante y lo polivalente de la palabra, pero es una palabra mía, no de ellos) lo hago porque creo que es importante. Es importante para normalizar el BDSM. Y lo hago porque es la única forma de ser coherente conmigo mismo. Entiendo que no compartan mi modus operandi, entiendo que teman por mí. Lo entiendo y se lo agradezco profundamente. Pero si hago lo que hago es porque creo que es el único modo de serme fiel a mí mismo. Si hiciese otra cosa sería como si yo mismo llevase dentro de mí un Pedro y un Jesús. Un Pedro que niega no tres, sino infinitas veces a Jesús y un Jesús que sufre la peor traición, la traición de quien no le traiciona, pero le niega. Y malamente puedo serle leal a nadie, si no me lo soy a mí mismo.

No quiero ni puedo, ni estoy en condiciones de salir por la calle diciendo que soy sumiso, eso sería suicida, estúpido. Habría muchas personas esperando a caer sobre mí con algo tan escandaloso y destrozarme. Pero tampoco puedo no reconocer la confianza que tantas personas me demostraron en las más variopintas situaciones, no puedo traicionarme a mí mismo, ni puedo seguir escondiéndome siempre que salgo de casa, siempre que me conecto, siempre que siento, para que ni mis seres más queridos sepan quien soy yo en realidad. Es para mí muy duro que personas a las que estoy ligado sentimentalmente con lazos muy profundos no me conozcan. Es muy triste y muy duro que no conozcan algo que para mí es de una importancia vital. Evidentemente no voy por ahí diciendo "Hola, me llamo Fulano y soy sumiso", eso pertenece a mi intimidad, a mi vida privada, pero, por ello, eso me define. Y nadie que no sepa quien soy puede decir que me conoce.

Sé que las personas que me quieren quieren protegerme de cualquier mal. También yo quisiera protegerlas a ellas de cualquier mal, pero hay que tener un cosa clara, a veces será posible, otras no. Y el sufrimiento forma parte de la vida, aunque intentemos siempre, obviamente, evitarlo. 

La confianza es el punto clave para evitar cualquier mal. Saber en quién confiar y en quién no. Confiar en quien no debes confiar sólo te va a traer dolor, no confiar en quien tienes que confiar no te va a evitar ese dolor. Pero la persona en quien más debemos confiar es en nosotros mismos. Si yo mismo soy capaz de confiar en mí y de enfrentarme a cualquier circunstancia hostil... ¿qué puede pararme?




No puedo ni quiero dejar de pasar la oportunidad para saludar a las personas que sé que van a leer este post y en las que sé que puedo confiar plenamente. Gracias por estar ahí, y gracias por preocuparos. Gracias, también, por hacer que me enfade, porque eso quiere decir que os importo, igual que vosotros me importáis a mí.

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