Aunque llevo toda la vida sintiendo pulsiones sumisas,
sintiendo deseos, teniendo fantasías, sueños... Llevo muy poco tiempo en este
mundillo que es el del BDSM. Un mundillo que, de la que empecé mi andadura,
hará unos tres o cuatro años (así a bote pronto no recuerdo bien) me parecía
fascinante, ilusionante, lleno de gente que conocer, de la que aprender y con
la que compartir tantas y tantas cosas. Una visión ilusa de una mente ilusa y,
a base de no querer ver sino lo bueno que hay en la gente, ciega. Porque éste
es un mundo maravilloso, lleno de gente que conocer, de la que aprender, lleno
de gente a la que me alegro enormemente de conocer, gente que, a mi lado o
lejos de mí, llevaré siempre, SIEMPRE, conmigo, en mi corazón y mi memoria...
Gente de la que aprendí y aprendo a diario. Pero, inevitablemente, el BDSM no
nos hace peores personas, pero tampoco mejores. Quizá una de las lecciones más
importantes que aprendí en estos años de participar en la vida bedesemera
asturiana, como bedesemero, como sumiso, pero también como miembro de una
organización (creo que todos los que leen este blog saben que milito en ACA
BDSM, algo que no me gusta plantear como carta de presentación, pues la
organización en la que milito no es, en ningún momento, responsable de las
opiniones, sentimientos y visceralidades que aquí viertl. No voy a decir que
aprendí a participar de una asociación, porque es falso, esa es una lección
que, afortunadamente, traía bien aprendida de casa. Y digo afortunadamente
porque, afortunadamente, ya conocía algunas piedras que me podía encontrar en
el camino. Ya sabía que no todo el mundo sabe ni entiende (ni quiere entender)
lo que supone un compromiso colectivo, más allá de la forma en la que éste se
manifieste (que sin duda es de vital importancia, pero no es el tema que vengo
a traer hoy, por lo que no voy a profundizar). Sabía ya que existen personas
que únicamente exigen resultados sin valorar el trabajo altruísta y solidario
(qué palabra más guapa y, en ocasiones, más hueca) de las personas que optan
por seguir como camino de vida el camino de la militancia (otra gran palabra) y
el sacrificio de partes nada desdeñables de su vida por un proyecto común, que
se puede compartir o no, que se puede criticar con más o menos fiereza (incluso
con crudeza absoluta, es lícito) pero que no puede ni menospreciarse ni
boicotearse (pues las conductas miserables no son jamás lícitas).
Sin duda, era algo que conocía, algo que sabía. En el
movimiento asociativo tengo llevado muchos palos, sufrido muchas traiciones y
conozco lo que es ser vilipendiado por compañeros que no sólo deciden dejar de
hacer causa común contigo (muy lícito, cada uno escoge a sus compañeros de
camino y sus formas de trabajo, y a nadie se le puede echar en cara descolgarse
de un proyecto si desea iniciar otros, o si desea volver a su casa), sino que
deciden convertirte en el blanco de sus ataques. Pero tengo que decir que es en
este mundo, en este mundo abierto, respetuoso, bonal, en el que vi los
niveles de miserabilidad más grandes. Especialmente porque se trata de una
miserabilidad gratuíta. Nada sacan las personas que actúan con odio y rencor,
las personas que no sólo odian (madre mía, no seré yo el que diga qué
sentimientos tiene que tener la gente) sino que se comportan de formas
rastreras.
La cobardía, señores míos, la cobardía manifiesta y
escogida como forma de vida, es miserable. Y todos somos capaces de cometer
actos miserables, pero cuando la miserabilidad se busca intencionadamente,
entonces podemos concluir que estamos ante personalidades miserables, y per
ende, execrables. Señalar con el dedo desde el anonimato, desde perfiles en las
redes sociales que son irreconocibles e inidentificables con personas reales,
confundir el blanco de tus ataques y personalizar en individuos concretos los
ataques que pretendes hacer contra una organización y contra una visión
concreta del BDSM, no sólo es cobarde, sino que es digno del mayor de los
desprecios. El desprecio que siento yo ante estas personas que buscan el daño
por el daño, innecesario, estéril. Pero ya se sabe, en el país de los ciegos,
el tuerto es el rey, y siempre es preferible ser cabeza de ratón que cola de
león, aunque al ratón se lo acabe comiendo un gato. Porque si te quieres
desentender de un proyecto y generar otro alternativo, ¡perfiecto! hazlo, pero
sin abrir frentes innecesarios que sólo dañan al BDSM.
Yo jamás estuve en Rusia. En consecuencia, no puedo decir
que en Rusia me trataron muy mal, porque en Rusia no me trataron, ni mal, ni
bien, ni regular. Yo nunca estuve en Rusia. En conscuencia, cualquiera que sepa
que nunca estuve en Rusia, si me oyese decir que en Rusia me trataron muy mal
podría decir con plena justicia que soy imbécil, que mi opinión carece de
sentido y que, por lo tanto, mi opinión sobre el noble pueblo ruso no es
respetable, pues parte de una mentira, en la mentira de que en Rusia me
trataron mal. Si yo insisto en esa idea porque tengo un secreto interés en
desprestigiar al noble pueblo ruso, cualquiera que sepa que nuca estuve en
Rusia y que comprenda que estoy diciendo que en un país en el que no estuve me
trataron mal, estará en plenas condiciones de despreciar no sólo mi opinión,
sino mi persona. Porque no, no todas las personas son dignas de aprecio, ni tan
siquiera de consideración, cuando día a día se emperran en demostrarnos que la
miserabilidad es su estandarte.
Por eso, a quien esto pueda interesar,
dejo constancia de lo que sigue:
Que lo que sigue es única y exclusivamente la postura
personal, intransferible, firme e invariable de la persona signataria de este
blog, postura escrita en la noche del 11-7-13 al 12-7-13, a las 4:40 de la
mañana, incitado por determinadas actitudes apreciadas en algunas redes
sociales.
Que formo parte del proyecto, de la cosmovisión, de la
ideología y del colectivo humano que está siendo sometido a un juicio social
sumarísimo de puerilidad absurda y está siendo (o queriendo ser) sometido a un
pseudo-linchamiento de matón de patio de colegio.
Que en consecuencia, me siento (soy) blanco de esos
ataques que en ningún modo pueden considerarse lícitos (pues se articulan en
torno a personalismos sin argumentos de ningún tipo), aunque a mí no se me
mencione en ninguno de ellos. Que los ataques no se pueden considerar
individuales sino colectivos, pues atañen a realidades y situaciones manadas de
un debate, no manifestado nunca, en torno al BDSM, y hace referencia al
comportamiento y las ideas, no personales ni individuales, sino colectivas de
las personas referidas.
Que esta decisión firme no tiene ninguna relación con los
afectos o los desafectos personales que tenga con otras personas, sino con la
cosmovisión que mantengo del mundo BDSM, del mundo en general y del
compañerismo y la solidaridad.
Que esto lleva implícito que si mañana se rompen los
lazos personales que me unen estas personas, esta relación de compañerismo y
solidaridad no se verían afectadas, pues no se basan en relaciones personales, sino
organizativas y colectivas, además de en la dignidad del compromiso.
Que mis frustraciones personales o mi desaliento por no
conseguir determinados objetivos personales y sentimentales jamás podrán ser
capitalizados por nadie para convertirme en una punta de lanza contra nadie.
Que quien piense esto, sin duda piensa que soi imbécil.
Que sé parezco imbécil, pero no lo soy.
Que mientras forme parte de cualquier organización de
cualquier naturaleza acataré las decisiones que colectivamente se tomen en esa
organización. Que independientemente de mi conconrdancia o discrepancia con una
decisión concreta soy firme partidario del centralismo democrático. Que creo en
la necesidad de discrepar y generar bloques críticos desde la unidad sin
fisuras. Que discrepar no es romper. Que romper no es atacar. Que atacar no es
utrajar. Que el ultraje es cobarde.
Que si dejo de formar parte de una organización, por
principios, jamás utilizaré información interna para dañarla. Que esto se
hace extensible a las personas que formen o que hayan formado parte de esa
organización o de cualquier realidad colectiva.
Que si dejo de mantener relaciones emocionales con
determinadas personas, por los mismos principios apuntados arriba, jamás
utilizaré información privada para dañar a nadie. Que la muerte de una amistad
no significa el nacimiento de una enemistad. Que a las personas a las que se
quiso una vez, siempre se las quiere de alguna forma. Que el orgullo y el dolor
jamás pueden ser el abono del odio. Que el odio sólo se puede comprender contra
quienes dañan lo que amas.
Que la autopreservación es la primera regla de la
Naturaleza. Que por esta regla la autodefensa es siempre legítima. Que esta
autodefensa se extiende a las personas con las que estableces una relación de
solidaridad y compañerismo. Que la solidaridad y el compañerismo están por
encima de la amistad. Que la autodefensa es legítima por cualquier medio
necesario. Que la violencia tiene como respuesta la violencia. Que la violencia
tiene más formas que la violencia física. Que la violencia por la espalda es
cobarde. Que la cobardía sólo anida en corazones secos. Que la cobardía da
asco. Que la respuesta a la agresión es siempre noble, por más que pueda
resultar violenta. Que la nobleza es un acto de amor hacia uno mismo.
A quien pueda interesar comunico que los enemigos de mis
amigos pueden ser mis enemigos. Que los enemigos de mis compañeros son el
enemigo. Que los amigos de hoy pueden ser los enemigos de mañana, los
enemigos de hoy mañana pueden ser amigos, pero el enemigo es el
enemigo. Que los afectos cambian, van y vienen. Que la coherencia permanece
si se es coherente. Que el enemigo no es el enemigo por un desafecto
personal, sino por algo más profundo que los afectos y los desafectos. Por
coherencia. Que todos podemos tener contradicciones, que las contradicciones
son naturales y legítimas. Que las incoherencias son inadmisibles.
A todo el que esto vea y entienda, manifiesto, que éste
soy yo, que éste es mi lado, que no estoy aquí circunstancialmente, sino por
elección propia. No por casualidad, no por afinidades personales, sino porque
éste, y no otro, es mi sitio. Que mañana mi sitio puede ser otro, pero siempre
desde el respeto a lo que soy ahora. Que las hostias que recibe un compañero
son hostias que recibo yo. Que es muy fácil dejar a los compañeros en la
estacada, que es muy fácil dejarse llevar por las frustraciones personales, por
las pequeñas y las grandes derrotas, por los rencores viscerales y por el dolor
de no tener lo que se desea. Que no estoy aquí, de este lado, para intentar
conseguir lo que deseo y no tengo. Que ni mis deseos ni mis frustraciones son
objeto de debate
A todo el que pueda interesarle, dejar claro que si
alguien cree que ése soy yo, si alguien cree que mis muchas miserias pueden
hacer que mi posicionamiento sea dudoso, entonces, no me conoce en lo más
mínimo. Éste soy yo, esto es lo que tengo que decir, aquí estoy, aquí voy a
quedarme.
Aviso a navegantes, no siempre sonrío.