Tus ojos en los míos,
miradas inquietantes
así son tus ojos tibios.
Fustas, azotes, instantes,
palabras que paralizan.
Y un silencio.
Órdenes, castigos y premios,
marcas en mi piel desnuda,
desnuda mi mirada niña,
orgullo pueril a tus pies soberbios.
La azotaina cruel y tierna se reanuda,
caprichosa dibuja en mi piel tu uña.
Y un silencio.
Cera roja sobre mi pecho
fluye como lava volcánica,
pezones retorcidos mil veces
porque sobre mí tu derecho,
siempre tu derecho, fructifica
germina y se reafirma con creces.
Y un silencio.
Un silencio que me enloquece,
que me tortura, que me mata,
en tu lejanía cercana, estremeciendo
mi corazón que se entristece,
me encierra y mil veces me ata
a mi sumiso sentimiento.
Y un silencio.
Y echo de menos cuando tú inundabas mis caninos sueños, y en el griterío silencioso adolezco, gélidas mis vísceras, sin conciliar descanso en mi pecho. Y añoro cuando todo era voz y nada silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario