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lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Quién se entrega más? Reflexiones ante una película, cuarenta errores y un par de aciertos.



¿Quién entrega más, el Dominante o el sumiso? Esa es la pregunta que nos hacíamos un grupo de personas amantes del BDSM, y además amigos, tras ver Historia de O juntos, tras la fabulosa escena final (no, no voy a relatar nada de la película, si alguien no la vio, yo no se la voy a despedazar). Como es normal, cada uno tenía su opinión, y supongo que el rol de cada uno, por un lado, y sus propias experiencias, por el otro, afectarían a la opinión que cada uno tenemos. Esta es la mía.

Yo soy un sumiso libre, no pertenezco aún a nadie, y lo cierto es que nunca pertenecí a nadie, por lo que supongo que muchos pensarán, quizá yo mismo, que no puedo hablar con propiedad de entrega, ya que no me entregué aún. Bueno, puede que sea verdad, puede que las cosas nunca sean ni blancas ni negras y que la entrega se pueda canalizar incluso sin una relación establecida. Puede que sólo esté diciendo tonterías. En todo caso, como tengo incontinencia verbo-digital y como el blog es mío, digo lo que digo, aunque la razón no me asista. Y como sumiso sé lo que estoy dispuesto a entregar y lo que realmente entrego, que no siempre coincide. Y creo que puedo intuir lo que puedo llegar a recibir de una Ama, y lo que recibí incluso sin necesidad de tener relación, a pesar de que no siempre lo supe valorar. Por ello, entiendo haya Amos que planteen que la entrega del sumiso es mayor que la del Amo, pues es el sumiso quien tiene que reconstruirse a sí mismo para adaptarse al Amo (como decía en la charla un Amo), así como entiendo, como decía una Ama, que los sumisos tendemos a ser egoístas, y a pensar muchas veces en nuestras meras pulsiones sexuales antes que en cualquier otra cosa. No quisiera generalizar y que algún sumiso airado me llenase de virus el blog, desde luego no quiero decir que los sumisos sean egoístas, sólo digo que, porcentualmente el 100% de los sumisos que están en este momento en mi cama (sí, actualizo el blog desde la cama) tienen una tendencia hacia el "egoísmo" bastante grande. Y entrecomillo lo de "egoísmo", porque, como todo (o casi) en esta vida, me parece relativo, ya que ese egoísmo sumisil no es otra cosa que un interés desmedido en la mera pulsión sexual, en ocasiones por encima de la relación o, incluso cuando esa relación pueda no existir, del sentimiento de sumisión en sí. En cristiano, sí, pensamos con la polla mucho más de lo que deberíamos. Lo que no quiere decir, en ningún momento, que nuestro interés sea únicamente sexual o morboso, ya que si nuestro interés fuese meramente sexual o morboso, satisfaceríamos esta pulsión con relativa facilidad, pues a riesgo de ofender a las Amas que puedan leerme (tendré que instalar un antivirus potente), será por tías que nos calienten el culo... Honestamente, y no quiero pecar ni de engreído ni de chulito de playa, ni soy un Adonis, pero creo que si simplemente quisiera que me calentasen el culo de vez en cuando, o jugasen en la distancia (móvil, chat, etc.) conmigo, tendría que buscar muy poco tiempo y tendría mis deseos cumplidos, pues igual que hay sumisos de los de pim pam, toma lacasitos (o, aquí te pillo, aquí te mato), también hay Amas (soy consciente que mucha gente entrecomilla sumisos y Amas, incluso hay quien le niega la mayuscula a la segunda, en estos casos, pero no seré yo, que aún no salí del huevo, quien señale quién es y quién no es de verdad). Pero, al contrario de lo que podemos transmitir muchas veces, no es eso lo que buscamos, no al menos lo que yo busco. Me gusta el morbo, me gusta jugar, pero eso, de por sí sólo, no me llena. Por lo tanto, puede que haya muchas veces un exceso en la atención que se presta a la pulsión sexual, pero de ninguna manera ése es el centro sobre el que gira mi interés por vivir el BDSM.



El egoísmo es algo natural en las personas, sumisos, Amos, swich, vainillas, mormones, acordeonistas... Pues todos queremos sentirnos bien, disfrutar, y, en definitiva, salirnos con la nuestra. Nos gusta que las cosas salgan a nuestro beneficio, o lo que es lo mismo, nos gusta lo que nos gusta (lo que viene siendo una perogrullada). Ahora bien, hay quien está dispuesto a pasar por encima de todo y de todos para hacer lo que le gusta y algunos prefieren (quedaría muy bien decir preferimos, pero que otros juzguen en qué saco me meten) cumplir con una serie de valores morales, del buen gusto o del saber estar. Hay quien, por ejemplo, para conseguir una sesión, o una relación, está dispuesto a mentir, y quien no (aunque creo que la mentira es de las pocas cosas de las que no nos libramos nadie, si alguien me dice que nunca miente, lo tendré por el mayor mentiroso).


Pero está claro que dentro de la naturalidad del egoísmo (así, en cursiva) y de la execrabilidad del egoísmo (así, en negrita, ese egoísmo malo de la gente que sólo piensa en primera persona), hay un egoísmo que es el más común, el más aceptable (por entendible) y a la vez el más condenable. El egoísmo de pensar primero en los sentimientos propios que en el de la otra persona. Efectivamente, eso es normal hasta cierto punto, si uno no mira por sí mismo, ¿quién lo va a hacer?, pero superados los límites de la propia seguridad emocional, se convierte en vampirismo emocional, "yo, mi, me, conmigo", y me da igual cómo te sientas tú. ¿Y quién pùede decir que no cayó, adrede o sin querer, en ese egoísmo?

Y si el egoísmo es, en cierto modo, inherente a las personas, no lo es menos la generosidad. La necesidad de que las personas hacia las que sentimos cosas buenas estén bien. No deja de ser, en muchas ocasiones, un sentimiento similar al egoísmo, pues a menudo lo que queremos es que estén bien, sí, pero que estén bien porque nosotros, que somos tan buenos, tan majos y tan puros, les hacemos sentir bien, y con ello nos sentimos bien nosotros y le damos cierto sentido a la vida (llevado a puntos extremos y dementes, no faltó quien, como aquel niño de Las cenizas de Ángela, quiso hacer todo el bien posible para poder ascender a los altares en forma de santo). Pero con todo, y como creo que la gente es buena (y con ello, además, me exculpo a mí mismo y me juzgo benevolentemente como buena persona), sí que creo que hay una generosidad que si no es pura, sí es, al menos, sincera. La necesidad de que alrededor de uno las cosas vayan bien, que a la gente que uno quiere todo le vaya bien... Aquello que te hace llorar cuando la gente que quieres llora, que te hace perder el sueño cuando la gente que quieres pierde el sueño y que te hace sonreír con los logros de la gente que quieres como si fueran tuyos propios.

Y, transmitido al BDSM, ¿quién es más generoso/egoísta, el Amo o el sumiso? ¿Quién da más? Creo que en toda relación humana, del tipo que sea, que sea sana, todas las partes implicadas han de dar y, en consecuencia, recibir. Así que no creo que el sumiso deba entregar más al Amo de lo que el Amo entrega al sumiso, y viceversa. Pero... Pero en todas las relaciones siempre hay uno que entrega más que el otro. En cada caso podrá ser uno o el otro, pero hay una serie de cosas que, en mi cortísima experiencia, pude observar (y lo dicho, mi experiencia es cortísima, yo tampoco me caracterizo por ser un tío especialmente espabilado, más bien me falta una patatina, y, además, cada uno puede estar o no de acuerdo conmigo). Pero hasta donde sé, el Dominante suele escrutar más al sumiso que el sumiso al Dominante, y un Amo suele conocer más de su sumiso que el sumiso de su Amo (en ocasiones aunque no sea ni su sumiso ni su Amo, pero esto ya da para otro post que, quizá, y sólo quizá, trate en otra ocasión). El sumiso puede exponerse a cosas difíciles por el Amo, puede superar aquellas pruebas que éste le pone, aguantar dolor, humillación, hacer trabajos... Todo esto supone una entrega que es digna de admiración, y que sin duda nos hace ver que un sumiso se entrega a su Amo (ahí donde se da), pero un Amo conoce (debe conocer) las limitaciones de su sumiso, de tal modo que no le ordena nada que no pueda ordenar (como el Rey que vivía en el asteroide que visitó el Principito, "un rey no puede ordenar a un general que se convierta en mariposa y vuele, si lo hace y el general no obedece, será culpa del rey, no del general"). Además el Amo conoce los miedos del sumiso, lo evalúa, lo escucha (creo que más de lo que el sumiso puede llegar a escuchar al Amo, y repito, que nadie me ponga víruses en el ordenador, porfa), y se convierte en un apoyo importante para el sumiso. El Amo tiene un deber mayor para el crecimiento del sumiso de lo que el sumiso tiene para el crecimiento del Amo, y eso es una responsabilidad enorme, tan grande que es la mayor muestra de generosidad y entrega (en un sentido amplio de la palabra), que creo que yo, como sumiso, nunca podré ofrecerle a una Ama.

Hace poco un grupo de personas bedesemeras estábamos de broma, enredando y haciendo coñas, y una Ama, una persona a la que tengo una particular querencia, me retó a darle un fustazo (hay que decir que en muchas ocasiones bromeo con cambiarme de rol para que los Dominantes no me hagan putadas, de ahí esta broma concreta). Como me había chinchado un rato acepté encantado el reto... Y le di un fustazo (no demasiado fuerte) con la mala suerte de que (falta de pericia) le di con la caña. No pasó absolutamente nada, no hubo ningún daño. Pero el sentimiento de malestar que tuve fue indescriptible. Creo que el sentimiento tiene que ser parecido al que tiene un padre cuando se le cae su hijo de las manos, aunque no le pase nada. Incluso ahora me siento mal al rememorarlo. Era sólo una broma, pero me asusté ante la posibilidad de haberle podido hacer daño. Y pensé en la de veces que un Amo tiene que someterse al peso de esta responsabilidad, y no sólo en la responsabilidad física que tiene sobre el sumiso, también en la psicológica, aún más grande. A mí me puede dar una vergüenza de muerte que, por ejemplo, una Ama me ordene arrodillarme en la calle (por decir un algo), pero yo, como sumiso, nunca voy a tener que soportar el peso de la responsabilidad, y desde luego, que se me quitaron las ganas de volver a jugar a darle un fustazo a alguien. Esa es la entrega, enorme, que un Amo da al sumiso.

Y sí, la mayoría de las veces pienso en lamer pies, recibir fustazos, que me limiten los orgasmos, etc., pero que alguien pueda llegar a estar dispuesta a preocuparse por mi crecimiento, a guiarme como sumiso (y en cierto modo, y con ello, como persona), a enseñarme cosas como no perder los papeles por mucho que me duela en el corazón un tema, a controlarme (otro día hablaré de este tema), a madurar... No hay juego bedesemero en el mundo que pueda cambiarse por esto. Pero uno tiende a pensar demasiado con la polla, y sólo a estas horas, cuando el sueño le vence y el cerebro consciente (que es salidorro, en mi caso) adormece y despierta el cerebro inconsciente (que en mi caso es reflexivo) cae en la cuenta de lo que es verdadera dominación y verdadera sumisión, y caigo así en la cuenta de qué es lo que busco de verdad.

Y sí, cualquiera (bueno, tampoco cualquiera, que tampoco es eso) puede azotarme, si cualquiera puede poner su bota para que se la lama o, incluso, cualquiera puede limitar mis masturbaciones, porque eso es morbo. Y además eso puedo encontrarlo con mucha facilidad en cualquier chat, en una ocasión, y por un mes, lo tuve, de hecho, y me gustaba, y me ponía, pero no era sumisión, porque no cualquiera puede entrar en mi mente y follarme la cabeza. Porque no cualquiera puede ayudarme a crecer, ni todo el mundo se toma la molestia de ayudarme a crecer, a pesar de no pertenecer a nadie, y, sobre todo, porque las cosas de verdad, las importantes, ni en el BDSM ni en ninguna faceta de la vida, salen de la polla.

¿Quién entrega más? Esa fue la pregunta, y esta mi respuesta, a esa pregunta y, creo, que a otras, que aunque no se pongan negro sobre blanco, ahí están para quien las vea.

Buenas noches y feliz año a todo el mundo.



miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tu silencio.

Tu silencio me ensordece
en las tinieblas más oscuras.
Mi corazón enmudece,
tornando los sueños penumbras.

Mas bien sé yo que aquí estás.
Mas bien sé yo que en lo fosco
tú me observas, me miras
con tu juicio sensato, sereno.
Y cada acto, indulgente, juzgas,
con benevolencia que no merezco.

De miedo, al soñar contigo,
tiemblo.
Miedo a perderme en el camino.
Tiemblo
de miedo y frío, tan débil.
Entonces tu mano me arropa,
onírica, blanca, suave, pétrea.
Cubriendo con su fuerza etérea
mi pequeña, castrada, inválida,
y, en pago, entregada, postrada, tuya
sumisa voluntad.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Caminar.

A veces es casi un lugar común decir que cada uno vive el BDSM como mejor quiere/puede, y que mientras lo haga sin hacerle mal a nadie, está bien. Evidentemente estoy de acuerdo con esta afirmación, aunque, también evidentemente, hay cosas que comparto y cosas que no, cosas que me agradan y cosas que no, incluso cosas que me desagradan y a las que me opongo, y del mismo modo que cada uno es libre de hacer lo que quiera, cada uno es libre de decir lo que opina al respecto. Más allá de eso, que cada uno haga de su capa un sayo. Supongo que esto podemos aplicarlo a todo, no sólo al BDSM.

En muchas ocasiones cuando uno manifiesta una opinión firme sobre algo, tiene miedo a meter la pata, sobremanera cuando no se es un conocedor experimentado, con lo que se hace necesario ser modesto. No creo que la modestia tenga que llegar al punto de no manifestar las opiniones, ni al punto de manifestarlas con esa actitud que adoptan algunos, que casi parece que pidan perdón por opinar. Creo que se puede ser consciente de las propias limitaciones y no por ello dejar de ser firme en la defensa de lo que se cree. Lo peor que puede pasar es que te equivoques, y si tienes miedo a equivocarte, mejor no salir de tu casa. Eso no quiere decir que haya que ser prepotente y creerse en la posesión de la verdad absoluta, que no tenemos nadie, ni los neófitos ni los expertos (que alguien lleve 20 años practicando BDSM no quiere decir que lleve 20 años haciéndolo bien, por lo que el argumento de "llevo muchos años", en el BDSM como en otros aspectos de la vida me genera mucho rechazo).

Dicen que uno empieza a aprender cuando se hace consciente de lo poco que sabe. En ese caso, debo alegrarme, porque cada vez soy más consciente de lo poco que sé. Decir esto también es un lugar común, y es común oírlo/leerlo a gente que realmente no sabe tan poco (no sé si en un ejercicio de modestia o de afán de superación, o quizá ambas cosas). No es mi caso. Realmente últimamente me doy cuenta de lo poco que sé, y eso es bueno, porque me ayuda a aprender. Pero también soy consciente de que no aprendo a la velocidad esperable, y eso es malo. Y también me hago consciente de aquellos fallos que quizá no tuvieron consecuencias en su momento, pero acomulandose un fallo encima de otro, llegaron a tener unas consecuencias de las que ahora me lamento, dándome golpes de pecho lastimosos.



El mejor camino para avanzar no es lamentarse de las consecuencias de los fallos, sino lamentarse de los fallos, con indiferencia de cuáles sean las consecuencias. Uno debería lamentarse de los fallos incluso cuando éstos no tienen consecuencias. Por un lado no suele pasar que los fallos no tengan consecuencias, y por otro lado tampoco suele pasar que nos lamentemos de los fallos en lugar de lamentarnos de las consecuencias. Eso es algo que estoy poco a poco aprendiendo. Aprendiendo que el problema de hacerlo mal no es que los demás se den cuenta de que lo haces mal (sobre todo algunos demás, porque lo que piensen los demás no nos importa lo mismo según a quién nos refiramos), sino hacerlo mal. Del mismo modo, por mucho que nos guste que los demás se den cuenta de cuando hacemos las cosas bien (¿a quién le disgusta que le den una palmadita?), a veces nos cuesta alegrarnos de hacer las cosas bien por el mero hecho de hacerlas bien. Esto es, cuando haces algo bien y nadie se da cuenta, no piensas en lo que hiciste bien, sino en que nadie se da cuenta.

¿Estoy haciendo las cosas bien o mal? ¡Bufff! No sabría decirlo, y tampoco mi exhibicionismo emocional llega hasta ese punto.

En cualquier caso, estoy contento, contento de ir conociendo mis limitaciones, ¿qué mejor manera de empezar a superarlas? Contento de ir conociendo mis fallos, para intentar remendarlos, de ir teniendo miedos nuevos, y superándolos, de ir teniendo cada día más claro de lo que quiero. Sí, estoy lejos de conseguirlo, y eso me causaba desasosiego, pero quizá el fallo fue haber pensado que estaba más cerca y que era más fácil. Estoy lejos, pero creo que no me estoy alejando (como llegué a pensar), sino que según camino, me voy dando cuenta de que el viaje que parecía corto, va a resultar largo. ¿De qué sirve quejarse de que los viajes son largos? ¿No tiene más sentido aprovechar que el viaje es largo para disfrutarlo? Disfrutar de lo que aprendes, de lo que consigues, y sí, de las veces que te caes, que te haces daño, de eso también disfruto, porque disfruto de levantarme, disfruto de sobreponerme, y disfruto de seguir aquí, a pesar de las muchas veces que pensé que acabaría tirando la toalla, a pesar de las muchas veces que, de algún modo, llegué a tirarla. Porque pase lo que pase, tropiece las veces que tropiece, merece la pena seguir, porque ¿cómo iba a dejar de hacer lo que siento tan dentro?