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viernes, 28 de septiembre de 2012

Escenografías.

Hace poco me puse a leer Cuadernos BDSM antiguos, que no conocía. Estuve leyendo precisamente el nº 1 (febrero 2007), un artículo firmado por Leo ("La sencillez de complicar las cosas"), en el que explica que el BDSM puede ser algo complejo y muy escenificado (supongo que se refiere en concreto a las sesiones), o algo más sencillo, de andar por casa. Estoy completamente de acuerdo con ella en que no se puede limitar la forma de cada uno de vivir el BDSM, por lo que tanto las formas más escificadas como las de andar por casa son igual de válidas. Si me preguntan a mí, personalmente me parecen más atractivas las de andar por casa, porque aunque un corsé, unas botas altas... me exciten profundamente, la cotidianidad del andar por casa me resulta especialmente real. Es decir, tengo la sensación de vivir algo más real si andamos por casa que si se hace una escena.

En cualquier caso, con excusa de este artículo, que me pareció realmente interesante, quería darle una vuelta de tuerca menos física a la dicotomía Escena Vs. Andar por casa. Me refiero con ello a las distintas maneras de evidenciar la sumisión (o la dominación, según desde qué lado se vea) en una relación D/s. En ese sentido es evidente que en el juego siempre hay escenificación, y ponerse a cuatro patas, por ejemplo, no es algo que uno haga desde la cotidianidad, sino desde la escenificación. Fuera del juego... Fuera del juego no se deja de evidenciar, en una relación, la dominación y la sumisión.

Recientemente, hablando con la persona que me guía en el BDSM, me decía que ella no necesita que un sumiso lleve un collar suyo, que el collar se lleva en el interior y que el sumiso ya sabe de quién es propiedad. Aunque personalmente la idea de llevar un collar con el nombre de mi Dueña (el día que decida tomar posesión de mí) es algo que me atrae profundamente (en nuestras vidas necesitamos a menudo escenificar, como escenifican los aficionados al fútbol que son de tal equipo llevando los colores, como escenifican los casados que lo son llevando anillos...), entiendo que llevar el collar en el interior es algo mucho más impotante que llevarlo en el cuello. En ese sentido, no pocas veces, los sumisos (y no pocos Amos) pretendemos escenificar algo cuando aún no se da. En ese sentido se está escenificando más un deseo que una realidad.

Está claro que una relación, del tipo que sea, ha de escenificarse. Quiero decir, está muy bien que yo me sienta sumiso de mi Dueña, y obre en consecuencia... pero además hay una serie de gestos que tienen como objeto únicamente demostrar, hacer ver, esa sumisión. Esta escenificación, que tiene el único fin de mostrarse sumiso o de mostrarse Dominante, es en sí, un ejercicio de sumisión o de dominación. Ejemplo, ¿de qué sirve ponerse de rodillas? Ponerse de rodillas sirve, únicamente, para mostrarte sumiso. ¿Eres menos sumiso cuando estás de pie? Evidentemente no. Ponerse de rodillas es una escenificación, pero es, a la vez, un acto de sumisión. Por ejemplo, si me ordenan ponerme de rodillas en una situación para mí poco agradable (en un lugar público, donde estoy sometido a las miradas), es en sí un acto de sumisión. Yo mismo, desde hace algún tiempo, siempre que estoy en presencia de la persona que me guía, he de beber en una pagita que lleva un pene de plástico (de estos de despedida de soltera). Evidentemente, cuando estoy con ella a solas, o con gente del mundo BDSM, este gesto es sólo un gesto, pues no me supone ningún esfuerzo. Cuando salgo a la calle y tengo que usarlo en un bar lleno de gente... El gesto ya cobra un valor más allá del simbólico, para ser un acto de sumisión en sí.



La pajita de la que bebo delante de la persona que me guía

De este tipo de escenificaciones y de gestos quería yo hablar. Hay gestos que pueden ser muy evidentes, por ejemplo, ir de una correa, y otros que pasan desapercibidos, por ejemplo, pedir permiso antes de levantarse al servicio. Ambos son gestos que evidencian (sea de forma notoria o discreta, pero en ambos casos, clara) la relación D/s. La carga fetichista y erótica de ir por la calle con una correa puede ser mucho mayor que la de pedir permiso para ir al servicio, pero no supone, a mi juicio, una entrega mayor que pedir permiso para ir al baño. Está claro que las dos cosas se pueden convinar, se combinar, y en un momento de juego, puedes escenificar tu sumisión de la forma más bizarra, más teatral y más fetichista del mundo... Pero también está claro que no siempre puedes hacerlo (me pregunto cuánto tiempo pasaría hasta que me parase la policía si ando por el centro de Oviedo en pelotas con una correa al cuello). En lugar de eso, siempre (o casi) puedes tener gestos de dominación o de sumisión de tipo cotidiano. "Evidentemente ―decía la persona que me guía― no te voy a decir que si tu madre está sentada a la mesa me digas 'Ama, ¿puedo ir al baño?', pero sí que esperaría un gesto", esos gestos y esas formas de mostrarte sumiso o dominante que, en ocasiones, nadie más nota. Evidentemente no va a decirme delante de un familiar, por seguir el ejemplo, "perro, a mis pies", pero sí que puede esperar a que sea yo quien le llene la copa o le retire el abrigo, escenificando así, sólo para los ojos que lo sepan ver, su dominación.

Con ello no quiero menospreciar los gestos más pomposos, que siempre son atractivos y que siempre forman parte del juego, pero sí que hay que revalorizar los gestos más sutiles, que, a menudo, hacen patente la dominación o la sumisión de uno en situaciones en las que, de otra forma no sería posible. Esta escenificación de baja intensidad, de andar por casa, puede resultar, además, sumamente excitante.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Pulsos, desilusiones y esperanzas.

Como sumiso tengo el deseo firme de satisfacer en todo lo que que espera de mí a la persona que quiero que algún día sea mi Dueña. Como persona tengo días mejores, días peores y días en los que me apetece mandarlo todo a la mierda (no me refiero al BDSM, me refiero a todo en la vida) y en los que me gustaría decir "voy a hacer lo que me sale de los cojones". En ocasiones todos entramos en contradicción, y las contradicciones de un sumiso son siempre complicadas, porque no son como las cotradicciones de las personas vainilla. No son iguales porque las personas vainilla tienen más capacidad de decidir lo que hacen. Evidentemente, todos tenemos gente ante la que responder, pero la necesidad de responder ante alguien, es mucho menor en una relación vainilla del tipo que sea (es decir, ya sea con una pareja, con un amigo, con el jefe...) que en una relación D/s. Eso es lo que hace que las relaciones D/s sean tan intensas, tan emocionantes, pero también lo que hace que puedan llegar a ser tan frustrantes. A uno le encantaría que un Ama estuviese siempre ahí para azotarle, estrujarle los testículos... y no tanto para indicarle que debe cumplir con sus obligaciones, para regañarle... o para tomar decisiones que a uno no le gustan. Como con la novia, como con los amigos, como con el trabajo... Uno disfruta de follar, de ir al cine o de quedarse en casa con la novia, pero le da por el saco que la novia le eche en cara que no pasa tiempo con ella o que deja la tapa levantada. Uno disfruta de salir de comediona con los amigos, pero le da por el saco cuando tiene que aguantar algún reproche (hay que decir que las de amistad suelen ser las relaciones menos exigentes, a tu amigo le da igual cómo dejes la tapa del váter o si te la meneas más o menos). Del mismo modo, uno prefiriría a veces más sesiones y menos regañinas. Pero del mismo modo que la diferencia entre una novia y una tía con la que follas y punto es que tenéis un proyecto en común, y por eso le jode que te dejes la tapa levantada o que no pases más tiempo con ella, del mismo modo que lo que diferencia a los amigos de verdad de los de tomar copas y punto son esos momentos en los que tienes que estar a las duras, lo que diferencia una relación D/s de una sesión es todo aquello que no es sesión. Cumplir las obligaciones, recibir las regañinas, tener que contar con la parte Dominante para cosas como irse a tomar una caña por ahí...



Sí, eso es lo que joroba de una relación D/s, lo que no es sesión. Pero también es lo que más te gusta. Sentirte verdaderamente dominado, sentir que hay un vínculo que te une a alguien, que va mucho más allá de la sesión. Alguna vez lo dije, yo pagué por sesiones a profesionales. Y disfruté... Y (sin ánimo de menoscabar a las profesionales) siempre volví a casa con una sensación de vacío, de pensar "sí, estuvo bien, pero ¿y qué más?" Ese "y qué más" es precisamente lo que hay fuera de la sesión. Y sí, fuera de la sesión hay regañinas, hay desilusiones ¿por qué no decirlo? No vamos a idealizar ningún tipo de relación, igual que los Amos también sufrirán desilusiones cuando ven que su sumiso no hace lo que esperan de él. Pero fuera de la sesión también hay sonrisas que valen un mundo, un guiño de ojos, una broma, confianza, cariño, y ese sentirse protegido y valorado por la parte Dominante.

Y ya que hablé de desilusiones, y hablando siempre desde el punto de vista del sumiso, sí, habrá ocasiones en las que un sumiso se sienta decepcionado con el Dominante (independientemente de las razones) y otras en las que se sienta desilusionado consigo mismo. Consigo mismo por no ser capaz de hacer lo que el Dominante espera de él. Y habrá ocasiones en las que el sumiso se sienta decepcionado con la situación. Es decir, momentos en los que el sumiso (y supongo que también el Dominante) piense "me gustaría estar viviendo otra cosa".

Y las personas tenemos la tendencia a que cuando las cosas no salen a nuestro gusto, intentamos forzar que salgan a nuestro gusto, lo que en ocasiones es una virtud y en ocasiones un defecto. Así, cuando como sumiso, intento forzar que las cosas sean como yo quiero esforzándome por dar más de mí, por hacer las cosas bien y disfrutar con ello, entonces es una virtud. Cuando intento que las cosas sean como yo quiero echando un pulso a la parte Dominante, intentando forzar sus decisiones, intentando (con o sin éxito) la dominación desde abajo, entonces es un defecto. Un defecto que puede dar al traste con una relación D/s, máxime cuando ésta está aún por consolidar.

Ahora bien, un sumiso puede intentar el engaño, el pulso, la dominación desde abajo conscientemente o sin darse cuenta. Un sumiso puede intentar hacer pasar por el aro al Dominante o simplemente puede que crea que está haciendo valer sus demandas, sus necesidades... y estar intentando, sin saberlo, hacer pasar por el aro al Dominante. La diferencia es de intencionalidad, pero como siempre digo, de intenciones no se vive. Una relación D/s (o del tipo que sea) no sale adelante nada más con las intenciones. Yo estuve haciendole un pulso a la persona a la que no debería hacerle pulsos. A la persona a la que nunca imaginé que haría pulsos, porque siempre pensé que no sentiría la necesidad de hacer pulsos a nadie, y menos a la persona que me guía.

¿Qué es lo que hace que un sumiso se comporte de esta manera? O mejor dicho, ¿qué es lo que hace que este sumiso se comporte de esta manera? Pues bien, supongo que la inexperiencia ayuda mucho a meter la pata. También las prisas y también la propia voluntad, el querer hacer lo que uno quiere (que es natural). Supongo que a veces pasa que uno desea con todas sus fuerzas ser dominado, estar a los pies de la que con todas sus fuerzas quiere que sea su Dueña, pero por otro lado no quiere renunciar a su propio ser, y aunque es cierto que nadie le está pidiendo que renuncie a su ser, que nadie espera eso de él (es más, quizá lo que se espere sea todo lo contrario), no puede evitar sentir que está renunciando a una parte de su yo vainilla. Quizá a la parte que está renunciando es a su egoísmo, quizá esté uno abandonando sus propias miserias, o eso es al menos lo que puede que tenga que hacer. Pero sí, nuestras miserias son una mierda, nos empobrecen, son un lastre que hay que soltar. Pero son nuestras. Forman parte de nosotros y, en parte, nos definen. Son nuestras miserias, más que nuestras virtudes, las que hacen que yo sea quien soy. Y M. puede ser, es, un zoquete, pero hace ya 28 años que lo llevo a mi chepa todo el día, y le tengo cierto cariño. Y M. no sería nadie sin guau-guau, y guau-guau es M., forma parte de él. Y guau-guau se esfuerza por mejorar a M., lo que implica, en parte, matarlo, para resucitarlo convertido en un nuevo hombre, porque el nuevo hombre (preconizaban los viejos leninistas) es un hombre libre de miserias.

Esas miserias son las que le echan un pulso a guau-guau, y con ello a la persona a la que quiero pertenecer. Pulsos en los que, manifiestamente, me opongo a ella. En los que abiertamente le llevo la contraria y busco forzar sus decisiones. Como si acaso yo fuese dueño de las mías, no ya por ser sumiso, sino por ser persona, pues creo que nadie es dueño de sí mismo, somos esclavos de muchas cosas, de las circunstancias, de los deseos, de los sueños, de los miedos, de la cultura, de la educación, de nuestras miserias... Y de ese sentimiento que brota en nuestro pecho, removiendo las vísceras con dolor al penetrar cada vez más adentro, dando, como los árboles al suelo, vida.

En uno de mis primeros post defendí que el BDSM constituye una sexualidad revolucionaria (olvidé quizá plantear que es una afectividad revolucionaria). La revolución constituye siempre confrontación. La confrontación de las ideas nuevas frente a las viejas, del que defiende el cambio frente al que defiende el inmovilismo... Y olvidamos, muy a menudo, que la principal revolución no se da ahí fuera (por ejemplo, no se da al hacer ver a los vainillas la normalidad de nuestra afectivo-sexualidad, o al menos no se da sólo ahí). La revolución se da a nosotros mismos, porque, como el Diablo, "somos legión", ello es, dentro de mí hay muchos yos y los intereses y las pulsiones de mis distintos yos a veces resultan antagónicos, y surge la lucha con uno mismo. Una lucha paradógica, en la que sólo yo puedo ganar, pero sólo yo puedo perder.


Aprender y avanzar, porque los pasos que yo doy hacia atrás acabamos retrocediéndolos los dos.



lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Qué limitan los límites?

En los foros, en los blogs, en los chats... es muy común leer sobre los límites de los sumisos. Menos común es leer sobre los límites de los Dominantes, aunque obviamente también los tienen. Es muy común leer lo importante que es conocer y respetar los límites, cuestiones como la palabra de seguridad...

Y no es raro encontrarse también Dominantes que afirman no aceptar límites. Estos Dominantes no quieren que sus sumisos les digan que no están dispuestos a hacer determinada cosa. Ahora bien, ¿eso significa realmente que no hay límites? Vamos a obviar los límites evidentes, es de perogrullo que ningún sumiso está dispuesto a aceptar que su Amo  le corte una mano (y si es así, quizá deberíamos dudad de su salud mental). Vamos a obviar cuestiones circunstanciales, es evidente que un sumiso puede afirmar no tener límites, pero no por ello se va a plantar en su trabajo desnudo, pues las consecuencias serían inaceptables. Vamos a hablar, entonces, sólo de cosas que sí son viables, que sí son asumibles, que son razonables. ¿Es cierto que hay sumisos sin límites?

Personalmente nunca me planteé la posibilidad de marcar límites. No quiero decir que no me lo vaya a plantear nunca, ni que tenga nada en contra de ello, simplemente nunca me sentí en la necesidad de marcar unos límites, y en consecuencia, no los marco... ¿O sí? Suelo pensar que mis únicos límites son aquellos que marcan mis principios, por ejemplo, si yo estuviese a los pies de una persona Dominante que quisiese valerse de mí para hacerle daño a otra persona, aquí no se aplica la sumisión, sino mis principios más básicos. Este ejemplo puede parecer muy tonto, obviamente el lector aplaudirá que no esté dispuesto a hacer un mal a una persona. Pero la formación integral de la persona (ya sea a nivel individual, ya a nivel colectivo) implica tejer una red de principios, ideas, ideologías, sentimientos... muy ámplia. En lo que se refiere a los principios, podemos encontrarnos con los principios de perogrullo, esos que son universales o universalizables, meter niños en una cacerola y comérselos está mal, se mire por donde se mire, y punto, pero otros principios tienen un carácter más personal. Los hay que no son creyentes, pero en las bodas se levantan y comulgan por costumbre, mientras que para otros, comulgar o no es una cuestión de principios, así lo que para uno sólo significa comer una galletita sosa, para otros es una cuestión ideológica irrenunciable. Así, yo, por ejemplo, cuando voy a una boda, a un entierro... entro en la iglesia (otros miembros de mi familia tienen por principios no entrar a las iglesias, y se quedan a la puerta), pero no comulgo (otros miembros de mi familia no son creyentes pero se levantan a comulgar).

¿Es viable que yo me levante a comulgar? ¿Me va a pasar algo, me voy a convertir en un gremlim? Evidentemente no. Así, una Ama no podrá cortarme una mano, pero sí ordenarme que me levante a comulgar. Y sin embargo... Sin embargo esto atenta contra mis principios. No es que no quiera hacerlo, es que no me parece correcto, y en consecuencia, no puedo.

Bien, este ejemplo tonto (podría poner ejemplos más pegados a mi realidad cotidiana, pero hasta mi nivel de exhibicionismo emocional tiene un límite) nos puede servir para afirmar que no hay sumisos sin límites... Ahora bien, mi Ama podría decir, "Ah, ¿que no estás dispuesto a hacer esto?, pues adiós". Pero no es difícil adivinar que muchos Amos sin límites están dispuestos a ceder ante determinados escrúpulos de sus sumisos. Realmente dudo que un Dominante quiera obligar a un sumiso a hacer lo que a éste le supone un conflicto interior hacer.

Entonces, ¿a cuento de qué algunos Amos afirman no aceptar límites, y algunos sumisos afirman no tenerlos? ¿Para darse el pisto? Cualquiera podría pensar que los Amos que dicen no aceptar límites lo hacen por hacerse los duros, mientras que los sumisos que dicen no tenerlos lo hacen por ir de sumisinos por la vida y, de paso, atraer más la atención de los Amos.

Yo no estoy de acuerdo con esto en absoluto. Evidentemente hay Amos y sumisos que dicen no tener límites para presumir, pero creo que también hay Amos y sumisos que dicen no tener límites porque realmente no los tienen.

¿Cómo puedo decir yo que no tengo límites y después reconocer que hay cosas que no estaría dispuesto a hacer? Veamos. De mano, habrá que ver si las cosas que uno no está dispuesto a hacer son BDSM o no. Porque, siguiendo con el ejemplo de antes, yo puedo negarme a comulgar, pero decir que no tengo límites... Porque estamos hablando de un hecho que transciende el BDSM para invadir el espacio de la espiritualidad íntima de la persona (también puede pasar que la relación BDSM transcienda a la vida vainilla, mismo a la intimidad emocional, y no exista una vida vainilla y una vida BDSM).

Cuando escuché por primera vez a una persona Dominante decir que no aceptaba límites le pregunté "¿por qué?". La respuesta que me ofreció fue un poco del estilo "porque no", supongo que no le apetecía, ni sentía la necesidad de darme una explicaciones que, por otro lado, probablemente yo tampoco sería capaz de entender en ese momento (quien sabe si podría entenderlas hoy). Quizá la pregunta sea errónea. Quizá la pregunta no sea por qué hay Dominantes que no aceptan límites, y sumisos que no los ponen. Quizá la preguna sea por qué hay Dominantes que aceptan límites y sumisos que ponen límites.

Vaya por delante que yo no voy a juzgar ninguna relación (excusatio non petita, acusatio manifesta, que decía mi profesor de latín), y vaya por delante que no soy precisamente yo el que vaya a darle lecciones a nadie. Simplemente ésta es una cuestión que lleva un tiempo volándome en la cabeza. Pero, sobre todo cuando entro en foros, redes sociales... y veo una lista de límites, me da pereza. Y me da pereza a mí, que soy sumiso, me imagino a un Dominante. Un Dominante que conoce, por poco que sea, a un sumiso ya sabe que, por mil razones, hay cosas que no puede hacer con su sumiso. Así, un sumiso casado malamente podrá ser expuesto en público, a riesgo de romperse un matrimonio (caso de que la pareja no sepa nada). Del mismo modo, un sumiso puede no limitar la humillación, pero ningún Dominante con dos dedos de frente humillará a su sumiso en situaciones o con cuestiones que degraden a su sumiso (así, a nadie se le ocurriría humillar a un sumiso que acaba de pasar por una situación trágica o humillarlo con algo que realmente le duela).

¿Por qué ponemos, entonces límites? Y en este caso, voy a volver a darle la vuelta a la pregunta, ¿por qué yo no me veo en la necesidad de poner límites? Ayer mismo la persona que me está guiando por este camino del BDSM me dijo que soy muy cabezón con respecto a lo que pienso. Es cierto, lo soy. Y es así porque tengo una lista de principios fundamentales (que son aquellos principios que, no siendo los básicos universales, tampoco son discutibles) más o menos larga (¡puedo llegar a necesitar hasta los dedos de las dos manos para contarlos!). En consecuencia, en esta vida hay muchas cosas que no voy a hacer nunca. ¿Entonces, será que sí que tengo límites? Repito lo dicho arriba, no siento la necesidad de poner límites. Y no la siento porque sé que no lo necesito, ya que estoy plenamente convencido de que la persona que me guía no va a hacer nada que me haga daño, y por lo tanto no me va a pedir nada que vaya contra mis principios.

La cuestión de los límites es, creo yo, una cuestión dialéctica. La diferencia entre tener o no tener límites es en realidad la diferencia entre especificar o no especificar límites. Con ello creo que la diferencia puede ir más lejos, mucho más, de lo que los límites concretos que marcamos pueden dar a entender. La diferencia entre acordar y concordar. Los límites se acuerdan entre las dos partes, que negocian qué se hace y qué no. Es una opción, no la mía, pero a todas luces válida. En lugar de ello, la ausencia de límites no implica en ningún momento una entrega más severa, más dura. La diferencia no afecta tanto a cuánto entregamos, sino a cómo lo entregamos (y cuando hablo de entregar me refiero al sumiso, pero también al Dominante, que también entrega, en no pocas ocasiones más que el sumiso). 

Si no necesito acordar límites, no es porque esté dispuesto a todo, es porque sé que no se me va a pedir nada que no pueda dar (por imposibilidad estricta o porque me sea imposible éticamente). Del mismo modo que no aclaro a la persona que me guía (y que espero que algún día sea mi Ama) que no acepto que me corte una mano, no le aclaro que no acepto otras cosas, porque confío en ella para saber que no me va a hacer daño. Del mismo modo, acepto que haya cosas que me obligue a hacer que no me gusten, por supuesto, y evidentemente no soy yo quien marca lo que se hace y lo que no. Tampoco lo es el sumiso que marca límites. Pero creo que hay una poco sutil diferencia entre escribir una lista de cosas que no estoy dispuesto a hacer y sentarme tranquilamente a hablar con la persona Dominante de lo que supone para mí hacer esas cosas y después decidir. Quién sabe, quizá donde yo veía algo irrealizable, encuentro algo placentero. Quizá aquello que no estaba dispuesto a entregar, lo acabo entregando. Porque del mismo modo que muchas veces al Amo se le puede escapar el significado que tiene para el sumiso hacer algo (y por lo tanto su negativa), al sumiso se le puede escapar el significado que ese algo tiene para el Amo (y por lo tanto su demanda).

Evidentemente una relación que se gesta en pocos meses necesita de límites. Los necesita porque en pocos meses, por mucho que te entregues, por mucho que confíes... no es posible conocer las necesidades específicas de la otra persona, ni es posible saber si le haces daño, por lo que hay que decir "esto sí, esto no". No pretendo hacer yo aquí un alegato de las relaciones sin límites como máximo exponente de la pureza D/s, porque no soy amigo de las cosas puras, menos aún de las personas puras. Evidentemente, una relación que se basa en la fusta y el látigo (muy loable), no puede construírse sin límites, para ello es necesario constuír la relación sin prisas y con horas y horas de conversación para conocerse realmente.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Abriendo nuevos canales.


«Domina la mente y dominarás el cuerpo» suele decir la persona que me guía por este camino, no siempre claro, del BDSM. La primera vez que lo dijo pensé «obvio, no se domina a alguien a base de fustazos, sino de palabras» y me sentí, puerilmente, más listo que la raposa. Pero una cosa es entender algo dialécticamente, que te entre en la cabecina, y otra cosa es entenderlo de verdad, que además de entrarte en la cabecina, entre en ti y lo asumas. En ese sentido, no es hasta ahora, y quizá sólo en parte, que entiendo lo que quieren decir, realmente estas palabras.

Llevo un tiempo dando bandazos y palos de ciego, sintiéndome incómodo conmigo mismo y haciendo sentir a la persona que me guía también incómoda. Ayer mismo estuvimos hablando de ello, y ella me decía que me pongo metas demasiado altas, que debería ponerme metas más a mi nivel (ya que aún estoy empezando) y despreocuparme un poco y no tener tanto miedo a decepcionarla. Llevo un tiempo comprendiendo qué quiere decir realmente eso de dominar mentes, porque llevo un tiempo dándome cuenta de que articulo mis pensamientos de forma distinta.


En lo que se refiere a la mente y el pensamiento, hay algo que no siempre es fácil de entender. Una cosa es lo que piensas y otra cómo lo piensas. Por ejemplo, yo suelo hablar muchísimo de política con mi padre, que tiene unas ideas muy parecidas (aunque con matices) a las mías, pero yo tengo 28 años y el 55. Y eso quiere decir que, entre otras cosas él piensa como un señor de 55 y yo como uno de 28, aparte, obviamente, de que él piensa como Manolito y yo como Juanito (supongo que no hace falta aclarar que en realidad ni él se llama Manolo ni yo Juan). Después de muchas horas discutiendo, muchas veces llegamos a la misma conclusión, y decimos «pero si pensamos igual», pero ojo, en realidad pensamos lo mismo, pero no igual, porque él llega a la misma conclusión que yo, pero por un camino muy distinto, y a través de unos pensamientos, unas ideas y una cosmovisión muy distinta a la mía.



¿Qué tiene esto que ver con dominar mentes? Bien, en lo fundamental, yo sigo pensando lo mismo que hace unos meses, antes de embarcarme en esta excitante aventura de pretender ser el sumiso de una Señora (y no me refiero ya a BDSM, sino a la vida en general, a mi cosmovisión, o lo que es lo mismo, a cómo veo yo el mundo desde mi cabecina). Pero no lo pienso igual. Al afrontar mi sexualidad (y con ello mi afectividad) desde un prisma completamente nuevo, todo lo demás, lo que a priori no tiene nada que ver ni con el BDSM ni con mi sexualidad, se ve afectado, porque al cambiar un aspecto importante de cómo veo el mundo y las relaciones humanas (ahora la idea de tener Ama no es la idea jugar, sesionar, someterse a lo que diga..., ahora la idea de tener Ama es entender una forma de relación, y una forma de relación que es nueva para mí, es sentir algo que no había sentido nunca, y no sólo en el plano más sexual sino también en el más emocional. Cambia por lo tanto, no ya mi forma de ver el BDSM, sino mi forma de entender la afectivo-sexualidad (acuño el palabrejo para dejar claro que no estoy hablando de las pulsiones de la entrepierna, sino del latir frenético de los sesos), y con ello, mi forma de entender los setimientos. Por lo tanto, mi forma de entender la vida. Porque creo que en la vida no hay compartimentos estancos, que lo que vives en un aspecto de tu vida afecta a los demás.

Con ello quiero decir que desde hace un tiempo me doy cuenta de que llego quizá a las mismas ideas que siempre tuve, pero desde otros caminos, razonándolas y sintiéndolas de forma distinta. Sigo queriendo con locura a mis amigos, por ejemplo, pero los quiero de otra forma. No es que los quiera con otro querer, no, sigo queriéndolos como amigos, pero querer significa sutilmente otra cosa. Por ejemplo, hace un par de días salí de comedia con mis amigos, y sentí que había algo en mí distinto, y que de alguna forma mis amigos no hablaban con el yo de siempre, sino  con otro yo (esto entronca con mi necesidad de salir del armario, pero eso ya dará para otro post).

Y en lo que respecta a la persona que me guía en el mundo BDSM, pasa lo mismo (pero más claramente). No es que ahora quiera más ser su sumiso que antes, ni que ahora me quiera entregar más que antes, es que lo quiero de otra forma. Es decir, proyecto mi sentimiento hacia ese deseo de forma distinta. Y este sentir por otro camino es algo que va surgiendo poco a poco, que no pasa de hoy para mañana, y que tiene tendencia a volver al camino acostumbrado, al de antes (como un río al que desvías de su canal, que tiende a seguir el curso de siempre). Pero por otro lado, una vez que abres un canal nuevo, siempre va a haber agua que corra por esa nueva canalización, por mucho que también corra agua por la vieja. Y en medida de que la vieja canalización se va cerrando, como una herida que cura, el río ya corre íntegro por el canal nuevo.

Es decir, una vez que uno siente de otra forma, acaba
estableciendo la nueva forma de sentir como la natural. Es por ello que poco a poco mi mente se ve dominada, y donde antes pensaba en entregarme a toda costa, a forzar yo mismo mi sumisión en mi cabeza, ahora, poco a poco, surge una vía que hace que esa sumisión no se necesite forzar, ni por mí mismo. Hace que esa obsesión (como bien me decía nim en mi anterior post), deje de ser una obsesión, y se convierta en algo natural y suave. Sí, esto es un proceso que está empezando ahora. Hasta hace dos días (y no es una forma de hablar, hasta hace dos días literalmente) sentía de la forma vieja, obligándome a mí mismo a someterme, metiéndome en la cabeza sentimientos que deseo sentir con calzador. Y ese no es el camino. ¿Quiere decir esto que ya está, que a partir de hoy, sábado 8 de septiembre del 2012, a las ocho de la tarde pasadas, voy a sentir por la vía nueva? Evidentemente eso es ridículo, la vía nueva tardará un tiempo en hacerse hegemónica en mi forma de sentir, y mucho más en desplazar por completo a la vía vieja y obsoleta. Pero sí quiere decir que la vía nueva ya va surgiendo ella sola con naturalidad, sin falta de ir forzándola. Quiere decir que los fustazos que me metieron, algunos un tanto duros, en la mente, dieron su resultado. Y en este parto difícil, está naciendo, poco a poco guau-guau
el sumiso. Y tengo que decirlo, guau-guau el sumiso en parte es obra mía, sí, pero en gran parte es obra de la persona que me guía. Ella no me somete, me construye. Y tengo que decirlo, también hay ayudas inestimables (su pareja sentimental, por ejemplo) que no puedo dejar de recordar.
Llevo un tiempo sintiendome mal y haciendo que la persona que me guía también se sienta mal. Eso es lo que pasa cuando quieres avanzar a base de forzar la maquinaria. Es hora de dejar que la corriente me lleve hacia donde me tiene que llevar. Ponerse cómodo (estoy realmente cómodo, no podía estarlo más) y disfrutar del viaje. Un viaje que va a ser muchísimo más largo de lo esperado, pero que tiene del otro lado un  destino inmejorable. Un viaje que se puede alargar todo lo que quiera, porque es en sí mismo, un destino inmejorable.